Mito: «La pornografía solo es fantasía y no afecta a nuestra vida real».

Sexualidad 17 de oct. de 2023

Durante años, el debate sobre el efecto de los medios de comunicación en el comportamiento en la vida real ha estado en el foco de atención. ¿Qué papel pueden desempeñar los medios violentos en nuestras vidas? ¿Puede lo que vemos en la pantalla, por muy obviamente inventado que esté, influir realmente en cómo nos comportamos? ¿Cómo afecta la exposición a la violencia en nuestra madurez? ¿Cómo afecta a nuestra sociedad?

Estas preguntas se trasladan al debate sobre los efectos de la pornografía. ¿Altera la pornografía el comportamiento humano? ¿Realmente marca la diferencia? ¿Tanto poder tienen realmente las imágenes sobre nosotros? La respuesta rotunda, demostrada por innumerables estudios, es que los medios de comunicación sí afectan nuestra forma de pensar y de comportarnos.

La industria publicitaria es la prueba de que los medios influyen poderosamente en nuestros pensamientos. Las empresas invierten miles de millones en campañas publicitarias con la esperanza de que sus treinta segundos de grandes gráficos y melodías pegadizas sean suficientes para que pensemos, compremos y hablemos de sus productos. Puede que sus productos no sean muy diferentes de los de la competencia, pero el objetivo de su campaña publicitaria es que elijas los suyos. Se calcula que las empresas gastan cada año 180.000 millones de dólares en publicidad. Los ejecutivos apuestan literalmente por el hecho de que la publicidad trae clientes. Los medios de comunicación modifican la mente.

Puede que pienses: "Bueno, seguro, eso es publicidad. No es lo mismo que la pornografía. La pornografía es diferente. Al fin y al cabo, la pornografía no es real. Es fantasía, y lo sabemos. Es solo diversión inofensiva y más segura que participar en actividades sexuales de riesgo".

Es cierto que la mayor parte de la pornografía está guionizada y muy editada, pero eso no disminuye sus efectos sobre el espectador, su cuerpo y sus relaciones.

Para comprender todo el poder de la pornografía para alterar nuestro comportamiento sexual, tenemos que entender cómo aprende la mente humana. Los humanos llevamos a cabo un proceso llamado aprendizaje por observación. Aprendemos a hacer algo viendo cómo se hace.

En uno de los primeros estudios sobre el aprendizaje por observación, los niños vieron a un adulto actuar agresivamente contra un saco inflable de boxeo, lanzándolo al aire, golpeándolo con un mazo y sentándose sobre él. Cuando se les dio la oportunidad de jugar con el mismo saco de boxeo, los niños que habían presenciado el comportamiento agresivo del adulto tendían a copiarlo.

El aprendizaje por observación puede observarse en el modo en que el consumo de pornografía afecta al comportamiento de sus espectadores. En Noruega, un grupo de investigadores ha reconocido el poder didáctico de la pornografía. Ellos están exigiendo una reforma de la industria pornográfica con el fin de enseñar a mantener relaciones sexuales seguras. Creen que a los consumidores promedio de pornografía no se les puede enseñar sobre sexo utilizando métodos tradicionales (es decir, una clase de educación sexual) y que promover películas pornográficas de "sexo seguro" puede ser una forma eficaz de normalizarlo (Ladegaard, 2012). Si los educadores creen que la pornografía puede enseñar sexo seguro, entonces sin duda es capaz de enseñar otras lecciones, incluida la agresión.

Los vínculos de la pornografía con la agresión sexual han sido objeto de numerosos estudios, artículos y debates en las últimas décadas. Algunos estudios pretenden demostrar que existe un vínculo, otros pretenden refutarlo y otros afirman que tanto el consumo de pornografía como la agresión sexual se ven afectados por la inclinación natural del hombre.

Quizá el más revelador de todos estos estudios sea uno del año 2000 titulado "Pornografía y agresión sexual", de Malamuth, Addison y Koss. Para preparar su investigación, los autores revisaron estudios anteriores sobre el tema.

Una parte de su estudio se centraba en el efecto de la pornografía en varones con bajo riesgo de agresión sexual y en varones con alto riesgo. Se descubrió que un alto consumo de pornografía no es necesariamente un indicio de una alta agresividad sexual en la población de bajo riesgo. Había poca diferencia entre las tendencias agresivas de los hombres de bajo riesgo que consumían pornografía con cierta frecuencia y los que la consumían con mucha frecuencia, aunque había una diferencia notable entre los hombres que nunca o casi nunca habían visto pornografía y los hombres que la veían con frecuencia. En el caso de los hombres con alto riesgo de agresividad sexual, sin embargo, existía una relación entre la pornografía y la violencia sexual. Los hombres de este grupo que consumían mucha pornografía "tenían muchas más probabilidades" que los que consumían poca de haber cometido agresiones sexuales (Malamuth et al., 2000).

Ver pornografía puede afectar no solo a la agresividad sexual de un hombre, sino también a su compromiso con una relación. Investigadores de la Universidad Estatal de Florida estudiaron a estudiantes universitarios que admitían ver pornografía habitualmente. A la mitad de los estudiantes se les pidió que renunciaran a la pornografía en cualquiera de sus formas; a la otra mitad se les pidió que renunciaran a su comida favorita. Al final de la prueba, se preguntó a los estudiantes sobre su compromiso con sus relaciones románticas. La correlación puede parecer extraña, pero los investigadores descubrieron que los estudiantes que habían reducido o eliminado el consumo de pornografía estaban mucho más comprometidos con sus relaciones que los estudiantes que habían seguido viendo pornografía mientras renunciaban a la comida (Reeder, 2014).

¿Cuál fue la causa de la diferencia? Podría haber sido la falta de influencia de la pornografía, o podría haber sido el mayor tiempo disponible para pasar con la pareja. Al fin y al cabo, cada momento que alguien no está viendo pornografía es un momento más que tiene para participar en una interacción humana real. Algunos usuarios de pornografía afirman que ven hasta quince horas de pornografía a la semana (Christian, 2013). Es una pérdida de tiempo considerable.

Los efectos de la pornografía van más allá de nuestra capacidad para establecer y mantener relaciones significativas. La pornografía también puede afectar a nuestra forma de ver el sexo y a los miembros del sexo opuesto, sobre todo a la forma en que los hombres ven a las mujeres. En un estudio sobre la sexualización de la mujer, los investigadores analizaron portadas de revistas. Descubrieron que las mujeres no solo son sexualizadas, sino hipersexualizadas a un ritmo cada vez mayor, y que a menudo aparecen desnudas y en poses sexualmente sugerentes. En 1960, el 11% de las imágenes de portada se clasificaban como hipersexualizadas. En cambio, desde 2000, el 61% de las portadas presentaban imágenes hipersexualizadas, la mayoría de las cuales eran mujeres. Citando a los autores del estudio,

La acumulación de atributos sexualizados en estas imágenes deja poco margen para que los observadores interpreten [a las mujeres] de otra forma que no sea como instrumentos de placer sexual y posesión visual para un público masculino heterosexual. Estas imágenes no muestran a las mujeres como músicas y actrices con capacidad sexual, sino como actrices y músicas preparadas y disponibles para el sexo (Hatton & Trautner, 2011).

El problema de estas imágenes generalizadas es que fingen representar a la mujer en su conjunto. En su libro Female Chauvinist Pigs: Women and the Rise of Raunch Culture, Ariel Levy afirma que representar a las mujeres de esa manera transmite el mensaje de que ser un objeto sexual es la única forma de ser mujer. "Lo que antes considerábamos un tipo de expresión sexual", dice Levy, "ahora lo vemos como sexualidad" (Levy, 2005). En otras palabras, la hipersexualización envía el mensaje de que las mujeres "reales" están listas y disponibles para el sexo. Establece normas poco realistas para las mujeres y crea expectativas inadecuadas en la mente de los hombres.

Otro efecto de la pornografía es su impacto en el cuerpo humano. Con la creciente disponibilidad de la pornografía ha aumentado el número de casos de problemas de rendimiento sexual, como la disfunción eréctil (DE), entre los hombres jóvenes. Problemas que antes se daban sobre todo en hombres mayores se dan ahora en hombres de entre 20 y 30 años, por lo demás sanos.

He aquí algunos datos sobre este fenómeno. Un estudio suizo de 2012 descubrió que el 30 por ciento de los varones de dieciocho a veinticuatro años tienen algún tipo de disfunción eréctil (Mialon et al., 2012), y un estudio canadiense publicado un par de años más tarde informó de que el 27 por ciento de los jóvenes de dieciséis a veintiún años tienen este problema (O’Sullivan et al., 2014). Un estudio italiano señala que los hombres jóvenes menores de cuarenta años tienen un 10% más de probabilidades de padecer disfunción eréctil que los mayores de cuarenta (Capogrosso et al., 2013). Comparemos estos datos con los de 1992, cuando solo el 5% de los varones de dieciocho a cincuenta y nueve años tenían DE (Laumann et al., 1999). ¿A qué se debe este repentino aumento de la disfunción eréctil entre los jóvenes sanos? Los médicos creen que la pornografía es una de las principales razones. Un estudio de la Universidad de Cambridge de 2014 preguntó a hombres con disfunción eréctil sobre su consumo de pornografía. Los investigadores informaron de que el 60 por ciento de los sujetos (con una media de edad de veinticinco años) dijeron que tenían problemas de DE con sus parejas sexuales, pero no con la pornografía (Voon et al., 2014).

Lawrence Smiley, médico especializado en salud reproductiva masculina, afirma:

En mi consulta de disfunción sexual veo casi todos los días hombres exactamente en esta situación. Han desarrollado con el tiempo la incapacidad de conseguir fácilmente una buena erección sólida con su pareja y a veces les resulta difícil eyacular con su pareja. Aconsejo a estos hombres que reduzcan drásticamente la pornografía que ven y, al cabo de unos meses, sus erecciones y su capacidad para eyacular con su pareja casi siempre vuelven a la normalidad (Smiley, 2013).

Ver pornografía en Internet es, entre otras cosas, un comportamiento que busca la novedad: hacer clic constantemente, mantener abiertas varias pestañas con avidez, buscar siempre a la siguiente chica, el siguiente estímulo sexual. Una mujer de verdad -por muy atractiva que sea- es solamente una mujer. Un hombre así de obsesionado tendrá dificultades para encontrarla estimulante.

¿Puede la fantasía de la pornografía afectar a nuestra vida cotidiana? La respuesta parece ser afirmativa.

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Este artículo fue adaptado al español del capítulo «18. Porn is only fantasy: it doesn’t affect our real lives.» del libro The Porn Myth del autor Matt Fradd.

Bibliografía

  • Christian, S. (2013, 20 noviembre). 10 reasons why you should quit watching porn. GQ. https://www.gq.com/story/10-reasons-why-you-should-quit-watching-porn
  • Ladegaard, I. (2012, 30 junio). Let’s use porn to change sexual behaviour. ScienceNorway. https://sciencenorway.no/behaviour-forskningno-norway/lets-use-porn-to-change-sexual-behaviour/1373669
  • Malamuth, N. M., Addison, T., & Koss, M. (2000). Pornography and Sexual Aggression: Are There Reliable Effects and Can We Understand Them? Annual Review of Sex Research, 11(1), 26-91. https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/10532528.2000.10559784
  • Reeder, H. (2014, 7 marzo). It Doesn’t Hurt to Look, Does It? Psychology Today. https://www.psychologytoday.com/us/blog/i-can-relate/201403/it-doesn-t-hurt-look-does-it

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Matt Fradd

Junto con Diego Hernández

Los artículos que tengan como autor principal a esta cuenta, son artículos o extractos de libros de Matt Fradd, adaptados al español. Los autores secundarios son los traductores.