¿Qué enseña la Iglesia sobre la homosexualidad?

LGBTQIA+ 28 de jun. de 2023

Según el Catecismo de la Iglesia Católica (párrafo 2357), «la homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo». No se afirma saber de dónde surge esta atracción, pues «su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado». Pero, basándose en la Sagrada Escritura (Génesis 19: 1-29; Romanos 1: 24-27; 1 Corintios 6: 9-10; 1 Timoteo 1: 10) y en la ley natural, la Iglesia sí enseña que «los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados».

Vamos entendiendo esto paso a paso.

Los actos homosexuales

Es sumamente importante hacer una distinción entre el acto y la tendencia. Las personas experimentamos tendencias todo el tiempo. Estas pueden ser virtuosas o viciosas, según su naturaleza. Las tendencias en sí no son pecaminosas; el pecado surge cuando sucumbimos ante alguna tendencia viciosa. Por ejemplo, si alguien que tiende a consumir material pornográfico está en gracia, pero luego se ve tentado por la lujuria, sigue estando en gracia hasta que realiza el acto de ver pornografía o activamente fomentar sus fantasías sexuales.

Por esto mismo, los católicos creemos que una persona que experimenta atracción al mismo sexo no es intrínsecamente desordenada. De hecho, creemos que, tal como lo dijo el cardenal Karol Wojtyla en Amor y responsabilidad (1960), todas y cada una de las personas son un bien ante las cuales la única actitud adecuada es el amor. Dicho de otra manera, la persona en sí no es desordenada, sino que solo los actos homosexuales lo son.  

¿Intrínsecamente desordenados?

Ahora bien, ¿qué significa que algo sea «intrínsecamente desordenado»? Pues que ese algo, por sí mismo, es contrario a su propia naturaleza, o que está fuera de la naturaleza que Dios le dio.

Habiendo dicho lo anterior, ¿cómo sabemos que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados? Gracias a la ley natural y a la Sagrada Escritura. A continuación, explicaré todo el asunto de la ley natural y luego abordaré las citas bíblicas que el Catecismo utiliza para hablar del tema.

La Ley Natural

La ley natural es un concepto teológico que fue formulado principalmente por Santo Tomás de Aquino. Aquino no inventó la ley natural, simplemente puso en palabras una realidad profunda y eterna del ser humano.

Como lo explicaría Joseph Magee, la ley natural es la inclinación natural del humano a alcanzar su propio fin por medio de la razón y el libre albedrío. Esto implica creer en un Dios que: (a) creó un universo bueno, (b) desea el bien para su creación y (c) diseñó todo con un propósito. También creemos que el intelecto humano es capaz de discernir el propósito de lo creado y participar en el plan que Dios diseñó para el universo.

Por ejemplo, con nuestro intelecto podemos discernir que la boca existe para ingerir alimentos y nutrirnos. También tiene una función secundaria, que sintamos placer al comer, la cual es buena. En otras palabras, Dios creó la boca para que, en primer lugar, nos nutramos y, en segundo lugar, sintamos placer al comer. Pero cuando el humano invierte estas funciones, poniendo en primer lugar el placer y en segundo el nutrirse, entonces surge el pecado. Por eso la gula (comer solamente por placer y no por necesidad) es inmoral, porque evita la función natural de la boca.

Análogamente, nuestro intelecto permite discernir que el sexo existe para «el bien de los esposos y la transmisión de la vida» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2363). Cuando el Catecismo dice «bien de los esposos», se refiere a la intimidad emocional que surge cuando dos personas se unen sexualmente y que fomenta la fidelidad entre ellos. Por «transmisión de la vida» se habla del fin procreativo del sexo. Pero cuidado, cuando digo procreativo no me refiero solamente al proceso biológico de concebir un nuevo organismo humano; me refiero a la labor completa de concebir nueva vida, la cual implica tanto el aspecto biológico de procrear como el aspecto espiritual y socioemocional de educar a un hijo. Dicho de otro modo, la Iglesia entiende este propósito del sexo como una transmisión de la vida que va más allá de lo que es meramente biológico e incluye el llamado a formar una familia.

Estos dos propósitos del sexo no se deben ni «se pueden separar» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2363); de lo contrario, se alteraría «la vida espiritual de los cónyuges». Es decir, para que cualquier acto sexual sea moral, debe buscar la intimidad entre los esposos y la posibilidad de transmitir vida. Si cualquiera de estas dos intenciones falta, entonces el acto sexual es desordenado e inmoral.

Por esta misma razón es que la Iglesia condena la masturbación, por ejemplo, porque es un acto sexual que ni te acerca a una verdadera intimidad con otra persona ni está abierto a la posibilidad de procrear. Otro ejemplo son los anticonceptivos. La Iglesia enseña que es inmoral «toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación» (Catecismo de la Iglesia Católica 2370, citando a Humanae Vitae, 14). Es decir, es inmoral que los esposos se unan sexualmente utilizando anticonceptivos porque, a pesar de que esto sí podría permitir la intimidad emocional, no permite la posibilidad de transmitir vida. Ergo, usar anticonceptivos es desordenado porque evade la ley natural al truncar el propósito del sexo.

Puesto que la unión sexual entre dos personas del mismo sexo es un acto que biológicamente no está abierto a la posibilidad de transmitir vida, la Iglesia enseña que los actos homosexuales son objetivamente desordenados (párrafo 2358 del Catecismo).

La Sagrada Escritura

Ahora bien, las enseñanzas de la ley natural están en profunda armonía con la Biblia. En seguida explicaré las citas bíblicas que el Catecismo utiliza para sustentar su postura.

Génesis 19:1-29

El capítulo décimo noveno del Génesis nos narra la historia de dos ángeles que llegan a Sodoma una vez caída la tarde. Lot estaba sentado a la puerta de la ciudad y, al verlos, les rogó que se hospedaran con él. Los ángeles accedieron y trasnocharon en casa de Lot. Pero antes de que pudieran dormirse, todos los hombres de Sodoma rodearon la casa y llamaron a Lot, diciendo: «¿Dónde están los hombres que vinieron a tu casa esta noche? ¡Sácalos! ¡Queremos acostarnos con ellos!» (Gén. 19:5, Dios Habla Hoy). Pero Lot se negó, rogándoles que no hicieran «una cosa tan perversa» (v. 7). El anfitrión de los ángeles estaba tan convencido de que los actos homosexuales eran inadmisibles que, para evitar que sucediera algo semejante, les ofreció a los hombres de Sodoma sus dos hijas vírgenes para que hicieran «con ellas lo que quieran» (v. 8).

Según Catholic Answers, los eruditos bíblicos desde siempre han reconocido que el gran pecado de Sodoma fue la homosexualidad. Pero recientemente, ciertos activistas promueven la idea de que el pecado de Sodoma en realidad fue simplemente una falta de hospitalidad. Aunque la falta de hospitalidad sí es un pecado, el comportamiento homosexual de los sodomitas es claramente lo que causó la destrucción de la ciudad. Para darnos cuenta de esto, basta con leer Judas 1:7:

Lo mismo que esos ángeles, también Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas se entregaron a la prostitución, y se dejaron llevar por vicios contra la naturaleza. Por eso sufrieron el castigo del fuego eterno y quedaron como advertencia para todos.

En esta cita bíblica se explica claramente que Sodoma sufrió el castigo del fuego eterno por culpa de «vicios contra la naturaleza». Sería difícil entender la falta de hospitalidad como un vicio contrario a la naturaleza. Pero los actos homosexuales sí que caben en esta descripción, pues son actos sexuales que evitan al menos uno de los dos propósitos fundamentalmente naturales del sexo: traer vida nueva al mundo.

Romanos 1:24-27

Por eso, Dios los ha abandonado a los impuros deseos que hay en ellos, y han cometido unos con otros acciones vergonzosas. En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, y han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no a Dios mismo, que las creó y que merece alabanza por siempre. Amén.
 Por eso, Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas. Hasta sus mujeres han cambiado las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza; de la misma manera, los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos por los otros. Hombres con hombres cometen acciones vergonzosas, y sufren en su propio cuerpo el castigo merecido por su perversión.

Aquí claramente se hace referencia a los actos homosexuales («los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos por los otros») y se les da una connotación negativa. Esto, evidentemente, aplica también para las mujeres.

1 Corintios 6:9-10

¿No saben ustedes que los que cometen injusticias no tendrán parte en el reino de Dios? No se dejen engañar, pues en el reino de Dios no tendrán parte los que se entregan a la prostitución, ni los idólatras, ni los que cometen adulterio, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los que roban, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los ladrones.

En el idioma original del Nuevo Testamento, el Griego Koiné, donde va la palabra «homosexuales», se utiliza la palabra «arsenokoitai» (ἀρσενοκοῖται). Arsenokoitai es una palabra compuesta por «arsen», que significa hombre, y «koite», que significa cama. De hecho, el origen de la palabra en español «coito», que significa «cópula sexual», muy probablemente se remonta a esta palabra griega, «koite». Por lo tanto, la interpretación tradicional de arsenokoitai siempre ha sido «hombres que se acuestan con hombres».

Es cierto que hay quienes argumentan que esta traducción tradicional es errónea. Puesto que arsenokoitai es una palabra que el apóstol Pablo se inventó y de la que no tenemos registros previos, dicen algunos activistas que en realidad no significa «hombres que se acuestan con hombres». Pero tal como lo explica Kevin DeYoung, es bastante claro que Pablo acuñó esta palabra del Antiguo Testamento. En Levítico 20:13, Dios les habla a los israelitas diciéndoles: «Si alguien se acuesta con un hombre como si se acostara con una mujer, se condenará a muerte a los dos y serán responsables de su propia muerte, pues cometieron un acto infame». En la Septuaginta, una versión antigua de la Biblia Hebrea que fue escrita en Griego por los primeros cristianos, las palabras ársenos y koítin aparecen una detrás de la otra en este versículo del Levítico. Esto nos permite inferir con bastante seguridad que, como en muchas otras ocasiones, Pablo está haciendo una referencia a la Torá para validar las enseñanzas de lo que llegaría a ser el Nuevo Testamento. Puesto que en Levítico 20, «ársenos koítin» claramente significa «hombres que se acuestan con hombres», podemos estar seguros que «arsenokoitai» en 1 Corintios 6:9-10 significa lo mismo.

1 Timoteo 1:8-10

Sabemos que la ley es buena, si se usa de ella conforme al propósito que tiene. Hay que recordar que ninguna ley se da para quienes hacen lo bueno. La ley tiene en cuenta a los rebeldes y desobedientes, a los malvados y pecadores, a los que no respetan a Dios ni a la religión, a los que matan a su padre o a su madre, a todos los asesinos, a los que cometen inmoralidades sexuales, a los homosexuales, a los traficantes de esclavos, a los mentirosos y a los que juran en falso; es decir, a los que hacen cosas que van en contra de la sana enseñanza.

Aquí, la palabra griega para «homosexuales» vuelve a ser «arsenokoitai».

¿Qué significa todo esto?

Tras absorber la información anterior, puede ser retador saber qué hacer con ella. Para empezar, hay que dejar en claro lo siguiente:

  1. Quien experimenta atracción al mismo sexo sí puede comulgar, siempre y cuando se encuentre libre de pecado mortal. Su mera existencia no es un pecado, sino que lo son los actos pecaminosos a los que tiende y solo cuando éstos son efectuados conscientemente y en libertad. Por lo tanto, es erróneo asumir que una persona con atracción al mismo sexo se irá al infierno en automático simplemente por sentir lo que siente. Nosotros, como humanos, no tenemos la facultad para conocer quién se va al infierno.
     No estoy diciendo que no advirtamos contra el pecado. Simplemente me parece importante recordar que tomar una actitud de rechazo hacia estas personas es malentender el evangelio de Cristo.
  2. Puesto que son personas y las personas son dignas de amor, es importante amar a quienes experimentan atracción al mismo sexo. Este amor se los podemos (y debemos, incluso) mostrar en forma de una amistad sincera. Como dice el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas Est, «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». Análogamente, me atrevo a decir que ninguna persona que experimenta atracción al mismo sexo comienza a ser cristiano por un argumento filosófico o bíblico, sino por el encuentro con la persona de Cristo y con Su amor. Por eso, es de crítica y expresa importancia ser oportunidad de encuentro para los demás. Esta oportunidad de encuentro solo ocurre cuando tenemos un amor que no es grosero (1 Corintios 13:5). Al mismo tiempo, tampoco debemos olvidar que, sin verdad, «la caridad cae en mero sentimentalismo» y «el amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente» (Caritas in veritate, 3, Benedicto XVI). Por lo tanto, para amarlos realmente, también es importante exponerles la verdad que la Iglesia enseña respecto a la homosexualidad. No es una cuestión de elegir entre caridad o verdad, sino que debemos buscar la caridad en la verdad.
     Algunas preguntas para reflexionar en oración podrían ser: ¿Estoy siendo oportunidad de encuentro para los demás? ¿Tiendo a ser muy caritativo pero evadiendo la verdad? O, ¿suelo escupir la verdad por doquier, disfrazando mi falta de tacto bajo la falsa frase "no hay falta de caridad en decir la verdad"?
  3. No siempre nos toca corregir al hermano. La corrección fraterna es todo un arte y, si no lo hacemos con cuidado, podemos herir al otro. Por ejemplo, cuando mis hermanos de sangre se portan mal, es responsabilidad de mis papás y solo de mis papás corregirlos a ellos. Muy pocas veces me tocará a mí regañarlos o darles un sermón entero sobre lo que hicieron mal. De la misma manera, no siempre será nuestro lugar corregir a toda persona que experimente atracción al mismo sexo. Es importante discernir previamente cualquier intento de corrección fraterna.

¿Y ahora qué hago con mi sexualidad?

Mucha gente que experimenta atracción al mismo sexo puede sentirse desorientada e incluso triste al reconocer la verdad que la Iglesia enseña acerca de la homosexualidad. Para muchos, descubrir esto puede generar un gran duelo interno. Courage International es un gran apostolado para quienes, experimentando atracción al mismo sexo, desean seguir a Cristo y crecer en santidad.

Por último, me parece importante reflexionar acerca del llamado al celibato. Puesto que mantener una relación heterosexual no es opción para muchos que experimentan atracción al mismo sexo, el celibato resulta ser la única alternativa. Como hemos crecido en una sociedad hípersexualizada, el enemigo nos ha vendido la mentira de que vivir sin una pareja íntima es algo triste e insípido. Pero no es cierto. Cristo mismo y su Madre Santísima, los dos humanos más santos y felices que hayan pisado la Tierra, fueron célibes. Con la misma fuerza con que creemos que Jesús está realmente presente en la Eucaristía, debemos creer que el llamado al celibato es uno lleno de plenitud, propósito y gozo. A los que son llamados a una vida de virginidad, Cristo dice: «En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).

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Diego Hernández

Soy un nerd de tiempo completo que en sus ratos libres se dedica a escribir código, tomar café y leer. Ah, y de vez en cuando también juego a defender la fe!