Cristo en la Eucaristía

Eucaristía 28 de ago. de 2022

¿Qué es la presencia real de Cristo en la Eucaristía?

La presencia real de Cristo en la Eucaristía es un dogma central de la fe católica: cuando el sacerdote consagra el pan y el vino durante la Misa, se transforman literalmente en el cuerpo y la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo. El Catecismo (número 1353) lo expresa así:

A fuerza de las palabras y de la acción de Cristo y el poder del Espíritu Santo hacen sacramentalmente presentes bajo las especies de pan y de vino su Cuerpo y su Sangre, su sacrificio ofrecido en la cruz de una vez para siempre.

«Por este sacramento,» dice el Catecismo, «nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo» (1331).

Las objeciones protestantes hacia la Iglesia Católica se centran a menudo en la Eucaristía. Para explicar, promover y defender esta postura católica, analizaremos la última mitad del capítulo 6 del Evangelio de Juan.

En Juan 6:30 comienza una conversación que tuvo lugar en la sinagoga de Cafarnaúm. Los judíos preguntaron a Jesús qué señal podía realizar para que creyeran en Él. Como desafío, señalaron que «nuestros antepasados comieron maná en el desierto». ¿Podría Jesús superar eso? Él les dijo que el verdadero pan del cielo viene del Padre. «Danos siempre ese pan», replicaron. Jesús respondió: «Yo soy el pan de vida; el que viene a mí nunca tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed». En este punto, los judíos entendieron que hablaba metafóricamente.

Una y otra vez

Pero Jesús repitió lo que ya había dicho, y luego lo resumió:

«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo». Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?». (Juan 6:51-52).

Sus oyentes estaban atónitos porque ahora entendían a Jesús literalmente—y correctamente. Volvió a repetir sus palabras, pero con mayor énfasis, e introdujo la afirmación de beber su sangre:

Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él (Juan 6, 53-56).

Sin correcciones

Observa que Jesús no hizo ningún intento de suavizar lo que dijo, ningún intento de corregir "malentendidos", pues no los había. Los oyentes de nuestro Señor le entendieron perfectamente bien. Ya no pensaban que estaba hablando metafóricamente.

En Juan 6:60 leemos:

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».

(Es aquí, en el rechazo de la Eucaristía, donde Judas se apartó; ver Juan 6:64).

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo (Juan 6:66).

Este es el único momento de la Biblia donde seguidores de Cristo lo abandonan por razones puramente doctrinales. Si se equivocaron al tomar una metáfora en sentido literal, ¿por qué no los llamó para que volvieran y aclararan las cosas? Tanto los judíos, que desconfiaban de él, como sus discípulos, que lo habían aceptado todo hasta ese momento, habrían permanecido con Él si hubiera dicho que sólo hablaba simbólicamente.

Pero no corrigió a nadie. Doce veces dijo que Él era el pan bajado del cielo; cuatro veces dijo que tendrían que «comer mi carne y beber mi sangre». Juan 6 era una promesa ampliada de lo que se instituiría en la Última Cena, y era una promesa que no podía ser más explícita. O eso le parecería a un católico. Pero, ¿qué dicen los fundamentalistas?

¿Simplemente figurativo?

Dicen que en Juan 6 Jesús no estaba hablando de comida y bebida física, sino de comida y bebida espiritual. Para respaldar esto, citan Juan 6:35:

Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Afirman que venir a Él es el pan, tener fe en Él es la bebida. Así, comer su carne y su sangre sólo significa creer en Cristo.

Pero hay un problema con esa interpretación. Como explica el Padre John A. O'Brien, «La frase "comer la carne y beber la sangre", cuando se usaba de forma figurada entre los judíos, como entre los árabes de hoy, significa infligir a una persona algún daño grave, especialmente por calumnia o por falsa acusación. Interpretar la frase en sentido figurado sería hacer que nuestro Señor prometiera la vida eterna al culpable por calumniarlo y odiarlo, lo que reduciría todo el pasaje a un completo sinsentido» (O'Brien, The Faith of Millions, 215). Para un ejemplo de este uso, ver Miqueas 3:3.

Los escritores fundamentalistas que comentan Juan 6 también afirman que se puede demostrar que Cristo estaba hablando sólo metafóricamente comparando versículos como Juan 10:9 («Yo soy la puerta») y Juan 15:1 («Yo soy la vid verdadera»). El problema es que no hay una conexión con Juan 6:35, «Yo soy el pan de vida».

«Yo soy la puerta» y «Yo soy la vid» tienen sentido como metáforas porque Cristo es como una puerta—vamos al cielo a través de él—y también es como una vid—obtenemos nuestra savia espiritual a través de él. Pero Cristo lleva Juan 6:35 mucho más allá del simbolismo al decir:

Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida (Juan 6:55).

Esto no sucede ni con Juan 10:9 ni con Juan 15:1. Jesús no dijo «Porque mi carne es la verdadera manija y mi sangre la verdadera bisagra». Tampoco dijo «Mi carne es una verdadera planta y mi sangre verdaderas uvas». ¿Te das cuenta de por qué el lenguaje de «verdadera comida» y «verdadera sangre» es tan impactantemente literal?

Además, Cristo continúa: «Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí» (Juan 6:57). La palabra griega utilizada para "come" (trogon) es muy cruda y tiene el sentido de "masticar" o "roer". No es el lenguaje para una metáfora.

Su argumento principal

Para los escritores fundamentalistas, el argumento bíblico se remata con una apelación a Juan 6:63:

«El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida».

Dicen que esto significa que comer carne real es un desperdicio. Pero, ¿esto hace sentido? ¿Debemos entender que Cristo acababa de ordenar a sus discípulos que comieran su carne, y luego dijo que hacerlo sería inútil? ¿Es eso lo que significa "la carne de nada sirve"? "Coman mi carne, pero verán que es una pérdida de tiempo"—¿es eso lo que estaba diciendo? Difícilmente.

De hecho, la carne de Cristo sirve de mucho. Si no nos sirviera de nada, la encarnación, la muerte y la resurrección de Cristo tampoco servirían de nada; y entonces «la fe de ustedes [sería] inútil y sus pecados no [habrían sido] perdonados» (1 Cor. 15:17).

En Juan 6:63 "la carne de nada sirve" se refiere a la inclinación de la humanidad a pensar usando sólo lo que la razón humana natural dice en lugar de lo que Dios nos dice. Así, en Juan 8:15-16 Jesús dice a sus oponentes «Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie, y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió». Así que el juicio humano natural, sin ayuda de la gracia de Dios, no es fiable; pero el juicio de Dios es siempre verdadero.

Por otro lado, en Juan 6:63, «Las palabras que les dije son Espíritu» no significa "Lo que acabo de decir es simbólico". La palabra «espíritu» nunca se usa de esa manera en la Biblia. Significa que lo que Cristo ha dicho sólo se entenderá por medio de la fe; sólo por medio del poder del Espíritu y de la atracción del Padre (cf. Juan 6:37, 44-45, 65).

Pablo lo confirma

Pablo escribió a los corintios:

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? (1 Cor. 10:16).

Así que cuando recibimos la Comunión, realmente participamos en el cuerpo y la sangre de Cristo, no sólo comemos símbolos de ellos. Pablo también dijo:

Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor... porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación (1 Cor. 11:27, 29).

«Dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre» de alguien significaba ser culpable de un crimen tan grave como el homicidio. ¿Cómo podría ser tan grave comer simplemente pan y vino «indignamente»? El comentario de Pablo sólo tiene sentido si el pan y el vino se convirtieron en el verdadero cuerpo y sangre de Cristo.

¿Qué decían los primeros cristianos?

Algunos también afirman que la Iglesia primitiva tomó este capítulo de forma simbólica. ¿Es así? Veamos lo que pensaban algunos de los primeros cristianos, teniendo en cuenta que podemos aprender mucho sobre cómo debe interpretarse la Escritura al examinar los escritos de los primeros cristianos.

Ignacio de Antioquía, que había sido discípulo del apóstol Juan y que escribió una carta a los esmirneanos hacia el año 110 d.C., dijo, refiriéndose a «los que tienen opiniones heterodoxas», que «se abstienen de la Eucaristía y de la oración, porque no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, carne que padeció por nuestros pecados y que el Padre, en su bondad, resucitó» (6:2, 7:1).

Cuarenta años más tarde, Justino Mártir, escribió: «No los recibimos como pan o bebida común; sino que, puesto que Jesucristo, nuestro Salvador, se encarnó por la palabra de Dios y tuvo carne y sangre para nuestra salvación, así también, como se nos ha enseñado, el alimento que se ha convertido en la Eucaristía por la oración eucarística establecida por él, y por cuyo cambio se nutre nuestra sangre y carne, ...es a la vez la carne y la sangre de aquel Jesús encarnado" (Primera Apología 66, 1-20).

Orígenes, en una homilía escrita hacia el año 244 d.C., atestiguó la creencia en la Presencia Real. «Estáis acostumbrados a participar en los misterios divinos, por lo que sabéis que, cuando recibís el Cuerpo del Señor, ejercéis con reverencia todo el cuidado para que no caiga ni una partícula de él y para que no se pierda nada del don consagrado» (Homilías sobre el Éxodo 13:3).

Cirilo de Jerusalén, en una conferencia catequética presentada a mediados del tercer siglo, dijo: «No consideres, pues, el pan y el vino como algo simple, porque son, según la declaración del Maestro, el cuerpo y la sangre de Cristo. Aunque los sentidos os sugieran lo otro, dejad que la fe os haga firmes» (Discursos catequéticos: mistagógicos 4:22:9).

En una homilía del siglo V, Teodoro de Mopsuestia parecía estar hablando a los evangélicos y fundamentalistas de hoy: «Cuando [Cristo] dió el pan no dijo: "Esto es el símbolo de mi cuerpo", sino: "Esto es mi cuerpo". Del mismo modo, cuando dio el cáliz de su sangre no dijo: "Esto es el símbolo de mi sangre", sino: "Esto es mi sangre", pues quiso que, tras la recepción de la gracia y la venida del Espíritu Santo, miráramos los [elementos eucarísticos] no según su naturaleza, sino que los recibiéramos como son, el cuerpo y la sangre de nuestro Señor» (Homilías catequéticas 5:1).

Testimonio unánime

Se diga lo que se diga, la Iglesia primitiva tomó Juan 6 literalmente. De hecho, no hay ningún registro de los primeros siglos en el que se oponga la interpretación literal y sólo se acepte la metafórica.

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Este tracto fue adaptado al español del artículo original 'Christ in the Eucharist' de Catholic Answers.

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