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Infalibilidad Papal

Artículo Base 25 de nov. de 2022
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Infalibilidad: que no puede equivocarse.

Las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre la infalibilidad papal son generalmente malinterpretadas por quienes no pertenecen a la Iglesia. En particular, los fundamentalistas y otros "cristianos bíblicos" suelen confundir el carisma de la infalibilidad papal con "impecabilidad". Ellos imaginan que los católicos creemos que el Papa no puede pecar. Otros, que evitan este error básico, piensan que el Papa depende de algún tipo de amuleto o encantamiento mágico cuando se debe dar una definición infalible.

Dados estos errores comunes en relación con los principios básicos de la infalibilidad papal, es necesario explicar exactamente lo que no es la infalibilidad. La infalibilidad no es la ausencia de pecado. Tampoco es un carisma que pertenece sólo al Papa. De hecho, la infalibilidad pertenece también al cuerpo de obispos en su conjunto, cuando, en unidad doctrinal con el Papa, enseñan solemnemente una doctrina como verdadera. Nos lo dice el mismo Jesús, que prometió a los apóstoles y a sus sucesores, los obispos, el magisterio de la Iglesia: «El que los escucha a ustedes, me escucha a mí» (Lucas 10:16).

La explicación de Vaticano II

El concilio Vaticano II explicó la doctrina de la infalibilidad de la siguiente manera:

Aunque cada uno de los Prelados [obispos] no goce por si de la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, cuando, aun estando dispersos por el orbe, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, enseñando auténticamente en materia de fe y costumbres, convienen en que una doctrina ha de ser tenida como definitiva, en ese caso proponen infaliblemente la doctrina de Cristo. Pero todo esto se realiza con mayor claridad cuando, reunidos en concilio ecuménico, son para la Iglesia universal los maestros y jueces de la fe y costumbres, a cuyas definiciones hay que adherirse con la sumisión de la fe (Lumen Gentium, 25).

La infalibilidad pertenece de manera especial al Papa como cabeza de los obispos (Mateo 16:17-19; Juan 21:15-17). Como señaló el concilio Vaticano II, este es un carisma del que «el Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, goza de esta misma infalibilidad en razón de su oficio cuando, como supremo pastor y doctor de todos los fieles, que confirma en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,32), proclama de una forma definitiva la doctrina de fe y costumbres. Por esto se afirma, con razón, que sus definiciones son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia, por haber sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo, prometida a él en la persona de San Pedro, y no necesitar de ninguna aprobación de otros ni admitir tampoco apelación a otro tribunal» (Lumen Gentium, 25).

La infalibilidad del Papa no es una doctrina que haya aparecido de repente en la enseñanza de la Iglesia, sino que es una doctrina que estaba implícita en la Iglesia primitiva. Sólo que nuestra comprensión de la infalibilidad se ha desarrollado y se ha entendido más claramente a lo largo del tiempo. De hecho, la doctrina de la infalibilidad está implícita en estos textos petrinos: Juan 21:15-17 («Apacienta mis ovejas...»), Lucas 22:32 («yo he rogado por ti [Pedro], para que no te falte la fe») y Mateo 16:18 («Tú eres Pedro...»).

Basado en el mandato de Cristo

Cristo ordenó a la Iglesia que predicara todo lo que él mismo enseñó (Mateo 28:19-20) y prometió la protección del Espíritu Santo que nos «introducirá en toda la verdad» (Juan 16:13). Ese mandato y esa promesa garantizan que la Iglesia nunca se apartará de sus enseñanzas (Mateo 16:18, 1 Tim. 3:15), aunque los católicos individuales puedan hacerlo.

A medida que los cristianos comenzaron a comprender más claramente la autoridad docente de la Iglesia y la primacía del Papa, desarrollaron una comprensión más clara de la infalibilidad del Papa. Este desarrollo de la comprensión de los fieles tiene sus claros comienzos en la Iglesia primitiva. San Agustín captó sucintamente la actitud antigua cuando señaló: «Roma ha hablado; el caso está concluido» (Sermones 131, 10).

Algunas aclaraciones

Un pronunciamiento infalible—ya sea hecho solamente por el Papa o por un concilio ecuménico—normalmente se hace sólo cuando se ha puesto en duda alguna doctrina. La mayoría de las doctrinas nunca han sido puestas en duda por la gran mayoría de los católicos.

Agarra un catecismo y ve el gran número de doctrinas, la mayoría de las cuales nunca han sido definidas formalmente. Pero muchos puntos han sido definidos, y no sólo por el Papa. De hecho, hay muchos temas importantes sobre los que sería imposible que un Papa hiciera una definición infalible sin duplicar uno o más pronunciamientos infalibles de los concilios ecuménicos o del magisterio ordinario (autoridad docente) de la Iglesia.

Al menos el planteamiento, si acaso las referencias, de los párrafos anteriores debería ser familiar para los católicos instruidos, a quienes este tema debería parecer sencillo. Es una historia diferente con los "cristianos bíblicos". Para ellos la infalibilidad papal a menudo parece un enredo porque su idea de lo que abarca es a menudo incorrecta.

Algunos se preguntan cómo pueden ser infalibles los Papas si algunos de ellos vivieron escandalosamente. Esta objeción, por supuesto, ilustra la común confusión entre infalibilidad e impecabilidad. No hay garantía de que los Papas no pequen o den mal ejemplo.

Otras personas se preguntan cómo puede existir la infalibilidad si algunos Papas están en desacuerdo con otros. Esto también muestra una comprensión inexacta de la infalibilidad, que se aplica sólo a las enseñanzas solemnes y oficiales sobre la fe y la moral, no a las decisiones disciplinarias o incluso a los comentarios no oficiales de la fe y la moral. Las opiniones teológicas privadas de un Papa no son infalibles; sólo se considera enseñanza infalible lo que él define solemnemente.

Incluso los Fundamentalistas y Evangélicos que no tienen estos malentendidos comunes, a menudo piensan que la infalibilidad significa que los Papas reciben alguna gracia especial que les permite enseñar positivamente cualquier verdad que deba ser conocida, pero eso tampoco es del todo correcto. Lo que hace la infalibilidad es impedir que un Papa enseñe solemne y formalmente como "verdad" algo que es, de hecho, un error. No le ayuda a saber lo que es verdadero, ni le "inspira" a enseñar lo que es verdadero.

¿Pedro no infalible?

Como ejemplo bíblico de falibilidad papal, a los fundamentalistas les gusta señalar la conducta de Pedro en Antioquía, donde se negó a comer con cristianos gentiles para no ofender a ciertos judíos de Palestina (Gálatas 2:11-16). Por ello, Pablo le reprendió. ¿Demuestra esto que la infalibilidad papal es falsa? Para nada. Las acciones de Pedro tenían que ver con asuntos de disciplina, no con cuestiones de fe o moral. Además, el problema eran las acciones de Pedro, no sus enseñanzas. Pablo reconoció que Pedro conocía muy bien la enseñanza correcta (Gálatas 2:12-13).

Los fundamentalistas también deben reconocer que Pedro sí tenía algún tipo de infalibilidad; no pueden negar que escribió dos epístolas infalibles del Nuevo Testamento mientras estaba bajo protección contra cualquier error de escritura. Así que, si su comportamiento en Antioquía no era incompatible con este tipo de infalibilidad, tampoco el mal comportamiento es contrario a la infalibilidad papal en general.

Pasando a la historia, los que critican a la Iglesia citan ciertos "errores de los papas". Su argumento se reduce en realidad a tres casos, los de los papas Liberio, Vigilio y Honorio, los tres casos a los que acuden todos los opositores a la infalibilidad papal, porque son los únicos casos que no se desmoronan de inmediato. No tiene sentido dar los detalles aquí, pero es suficiente mencionar que ninguno de los casos cumple con los requisitos delineados por la descripción de la infalibilidad papal dada en el concilio Vaticano I (ver Pastor Aeternus, 4).

Su argumento favorito

Según los comentaristas fundamentalistas, su mejor caso es el del Papa Honorio. Dicen que él enseñó específicamente el Monotelitismo, una herejía que afirma que Cristo tenía sólo una voluntad (una divina) y no dos voluntades (una divina y una humana) como sostienen todos los cristianos ortodoxos.

Pero eso no es en absoluto lo que hizo Honorio. Incluso una rápida revisión de los registros muestra que simplemente decidió no tomar ninguna decisión. Como explicó Ronald Knox, en la medida de su sabiduría humana, Honorio pensó que la controversia debía dejarse sin resolver, para mayor paz de la Iglesia. De hecho, él era un inoportunista. Nosotros, sabios después de los acontecimientos, decimos que se equivocó. Pero nadie, pienso, ha afirmado nunca que el Papa sea infalible al no definir una doctrina".

El rechazo de la infalibilidad papal por parte de los "cristianos bíblicos" proviene de su visión de la Iglesia. No creen que Cristo estableció una Iglesia visible, lo que significa que no creen en una jerarquía de obispos encabezada por el Papa.

Este no es el lugar para dar una demostración elaborada del establecimiento de una Iglesia visible. Pero es bastante sencillo señalar que el Nuevo Testamento muestra a los apóstoles estableciendo, tras las instrucciones de su Maestro, una organización visible, y que todos los escritores cristianos de los primeros siglos—de hecho, casi todos los cristianos hasta la Reforma—reconocieron plenamente que Cristo estableció una organización permanente.

Un ejemplo de esta antigua creencia nos llega de Ignacio de Antioquía. En su carta del siglo II a la iglesia de Esmirna, escribió: «Dondequiera que aparezca el obispo, que esté el pueblo; así como donde esté Jesucristo, está la Iglesia católica" (Carta a los esmírneos, 8, 1 [110 d.C.]).

Si Cristo estableció una organización de este tipo, debió de prever su continuidad, su fácil identificación (es decir, debía ser visible para poder ser encontrada) y, puesto que Él se iría de la Tierra, algún método por el que pudiera conservar intactas sus enseñanzas.

Todo esto se logró a través de la sucesión apostólica de los obispos, y la preservación del mensaje cristiano, en su totalidad, se garantizó a través del don de la infalibilidad, de la Iglesia en su conjunto, pero principalmente a través de sus líderes designados por Cristo, los obispos (en su conjunto) y el Papa (como individuo).

Es el Espíritu Santo quien impide que el Papa enseñe oficialmente el error, y este carisma se deriva necesariamente de la existencia de la propia Iglesia. Si, como prometió Cristo, las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, entonces debe ser protegida de caer fundamentalmente en el error y alejarse de Cristo. La Iglesia tiene que demostrar que es una guía perfectamente firme en cuestiones relativas a la salvación.

Por supuesto, la infalibilidad no incluye una garantía de que algún Papa en particular no "descuide" la enseñanza de la verdad, o que sea impecable, o que las meras decisiones disciplinarias se tomen de forma inteligente. Estaría bien que fuera omnisciente o impecable, pero el hecho de que no lo sea tampoco provocará la destrucción de la Iglesia.

Pero debe ser capaz de enseñar correctamente, ya que la instrucción para la salvación es una función primordial de la Iglesia. Para que los hombres se salven, deben saber lo que hay que creer. Deben tener una roca perfectamente firme sobre la cual construir y en la cual confiar como fuente de la solemne enseñanza cristiana. Y por eso existe la infalibilidad papal.

Dado que Cristo dijo que las puertas del infierno no prevalecerían contra su Iglesia (Mateo 16:18), esto significa que su Iglesia nunca puede dejar de existir. Pero si la Iglesia apostatara alguna vez enseñando herejías, entonces dejaría de existir; porque dejaría de ser la Iglesia de Jesús. Por lo tanto, la Iglesia no puede enseñar la herejía, lo que significa que todo lo que define solemnemente para que los fieles crean es verdadero. Esta misma realidad se refleja en la afirmación del apóstol Pablo de que la Iglesia es «columna y fundamento de la verdad» (1 Tim. 3:15). Si la Iglesia es el fundamento de la verdad religiosa en este mundo, entonces también lo es el propio portavoz de Dios. Como dijo Cristo a sus discípulos: «El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió» (Lucas 10:16).

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Este artículo fue adaptado al español por Diego Hernández del artículo original 'Papal Infallibility' de Catholic Answers.

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