Una lupa encima de una Biblia.

¿Cómo defender la Verdad?

Apologética Cristiana 6 de ene. de 2023

Quienes me conocen saben que no temo defender lo que creo. Soy el católico que se lleva su camiseta pro-vida a la prepa y el que le da la contra al profe cuando miente sobre la Iglesia. Incluso, tengo buenos amigos protestantes con los que no evito hablar de nuestras diferencias. Aún así, mi conciencia me ataca constantemente: ¿Estaré siendo demasiado agresivo con lo que digo? ¿Estaré siendo demasiado callado? ¿Debería predicar más con mi ejemplo y menos con mis palabras?

Quiero compartirles algunas ideas que he aprendido a lo largo del camino de Faro de Fe y que me han ayudado a defender mejor la Verdad.

Al encuentro de Cristo

A veces me gana el impulso de querer demostrar que soy más inteligente y es entonces cuando digo cosas hirientes. Es importante recordar que el verdadero propósito de defender la fe es acercar a más personas al encuentro de Cristo. Si tengo un amigo que opina diferente de mí, le voy a hablar con la verdad de tal forma que todo lo que yo diga fomente su encuentro personal con el Cordero de Dios. Eso significa que probablemente deba evitar los insultos y las actitudes de superioridad. Pero eso tampoco implica ocultar la Verdad o hacerla menos, sino que simplemente significa que tendré que encontrar maneras ingeniosas y sinceras de comunicarle mis argumentos.

Para quienes estamos decididos a defender lo que es justo y verdadero, debemos estarnos haciendo esta pregunta constantemente: ¿lo que digo y hago permite que el encuentro personal de mi oyente con Cristo sea más fácil o más difícil?

Todo está en manos de Dios

Ahora, también es importante recordar que solo Dios puede convertir nuestros corazones. A veces nos queremos dar mucho crédito por nuestras palabras y decimos: «aquél se convirtió gracias a mí» o «yo le hice ver la Verdad». Pero no es cierto. Podemos ser los instrumentos, más nunca los cirujanos. Solo Dios conoce el corazón del hombre, solo Él lo sana y solo Él lo convierte.

Nada de lo que digamos puede convertir a nadie. En ocasiones, alguien hablará muy bellamente pero nadie se acercará a Dios. En otras, alguien hablará muy sencillamente y muchos se acercarán a Dios. Esto es porque el proceso de conversión es solo entre Dios y la persona, y el Señor puede valerse de cualquier palabra (bella o sencilla) para obrar. Si al final alguien se acerca más a Él, es porque estuvo dispuesto a responder a la gracia y no por lo que sea que hayas dicho.

Lo que nos toca hacer a nosotros es predicar la Verdad con caridad y dejarle el resto a Dios. Si defendiste la Verdad y alguien se alejó, descansa en Dios sabiendo que Él tiene un plan de salvación para esa persona y que sigue obrando a pesar de ti. Si defendiste la Verdad y alguien se acercó, agradece a Cristo que te está permitiendo ver su proceso de conversión.

Nuestra misión son nuestros amigos

Me ha pasado, muchas más veces de las que me gustaría admitir, que me peleo por internet. Algún desconocido comenta algo anti-católico, yo me pico y me quedo debatiendo. He aprendido que esto es sumamente contraproducente. La fe no solo es algo que se estudia y se defiende. La fe es algo que se experimenta.

Cristo—aún siendo Salvador y Maestro—nos llamó amigos antes que siervos. Esa es la manera más auténtica de compartir la Verdad del Evangelio: por medio de relaciones personales auténticas.

No suelo llevarme mucho con quienes piensan diferente de mí, pero hace un par de meses me volví amigo relativamente cercano de alguien en mi prepa. Ella era pro-elección y yo pro-vida. Ella apoyaba la ideología transgénero y yo lo contrario. Ella era fan de la astrología y yo la evitaba. Pero aún así nos comenzamos a frecuentar. Nunca hablábamos de temas controversiales y aún así lográbamos llevar una buena amistad. Platicábamos, reíamos y pasábamos tiempo juntos. Incluso, llegué a pedirle consejo sobre una chica que me gustaba. Poco a poco, la empecé a invitar a eventos de la Pastoral Juvenil. Ella aceptaba y cada vez se acercaba más. Hace poco nos fuimos de misiones juntos y, aunque a ella le toco en una frate distinta, cuando nos volvimos a ver me dijo: «me preguntaron que cómo me había acercado a Dios y les respondí que fue gracias a ti». Me llenó de tanta ternura porque Dios supo valerse de mi amistad para obrar en el corazón de mi amiga. No tuve que hablarle de temas fuertes ni argumentarle nada; simplemente fui su amigo sincero.

En estas últimas semanas me he dado cuenta de que la misión que Dios me ha dado es más la de caminar en la fe con mis amigos que la de pelearme con extraños por internet. Cuando nuestros amigos se sienten amados, escuchados y vistos por nosotros, se dan cuenta de que no queremos venderles una doctrina sino que queremos que tengan un encuentro personal con Cristo que los lleve a una vida más saludable.

Encontrar tierra común

Hechos de los Apóstoles 17 cuenta que «mientras Pablo [...] esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría» (versículo 16, versión Reina-Valera 1960). Entonces se puso a discutir con «algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos» (v. 18). Para convencerlos del Evangelio, Pablo primero les admiró algo de ellos y les dijo: «Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos» (v. 22). Luego les continuó diciendo: «...hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio» (v. 23). Es decir, Pablo primero encontró algo que tenían en común (todos ahí eran creyentes fervientes de algún tipo) y luego expuso su argumento con inteligencia y calma, aún a pesar de estar "enardecido" por dentro.

¿Cómo podemos replicar la actitud de Pablo en nuestra vida? Bueno, por ejemplo, imagina que eres pro-vida y estás dialogando con alguien pro-elección. Podrías primero encontrar tierra común al señalar que ambos sienten una pasión por los derechos humanos: tú en favor del niño no nacido y tu oyente en favor de la mujer. Sería una fantasía pensar que todos los pro-elección tienen motivos deshonestos y diabólicos. Lo cierto es que muchos tienen motivos sinceros. Al reconocer lo que hay en común, se puede encontrar el punto de partida para una conversación constructiva. Después de hacer esto, será más fácil exponer tu argumento de forma inteligente, calmada y caritativa.


En resumen, defender de la fe debe ser una herramienta para acercar a los demás a Cristo y no una arma para herirlos. También es importante reconocer que el único que cambia corazones es el Señor y que nosotros no hacemos más que lo que debíamos hacer: responder a la gracia. Además, es bueno exponer nuestros argumentos a desconocidos, pero es importante recordar que nuestra misión principal son los amigos y personas que Dios ha puesto en nuestro camino. Finalmente, un consejo práctico para compartir la Verdad es aprender a encontrar la tierra común que tenemos con los que piensan diferente de nosotros.

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Diego Hernández

Soy un nerd de tiempo completo que en sus ratos libres se dedica a escribir código, tomar café y leer. Ah, y de vez en cuando también juego a defender la fe!