¿Cómo responder al problema del mal?

Apologética Cristiana 15 de ago. de 2022

La existencia del mal es el mayor obstáculo emocional para creer en Dios. Se siente raro creer que Dios dejaría que la gente sufra. Si nosotros fuéramos Dios—nos decimos—no lo permitiríamos.

El filósofo ateo J. L. Mackie sostenía que la creencia en Dios era irracional, ya que si Dios lo supiera todo (omnisciente) sabría que existe el mal en el mundo, si fuera todopoderoso (omnipotente) podría evitarlo, y si fuera todo-amoroso (omnibenevolente) desearía evitarlo. El hecho de que siga habiendo maldad en el mundo demuestra que Dios no existe, o si lo hiciera, que debe ser "impotente, ignorante o malvado".

Por muy doloroso que sea el problema del mal, no representa un fuerte obstáculo intelectual o lógico para la existencia de Dios. Mackie se equivocó: la existencia de Dios y la existencia del mal no son mutuamente excluyentes. Veamos los tres atributos de Dios que Mackie nombró.

Omnipotente

La omnipotencia no significa la capacidad de hacer lo que es lógicamente imposible. Por lo tanto, es posible que Dios nos haya creado con libre albedrío (libertad para tomar tus propias decisiones) para elegir entre el bien y el mal, pero no puede también—al mismo tiempo—obligar a esas creaturas a elegir el bien. Si forzara su elección, no sería libre.

C.S. Lewis lo explicó de esta manera:

Si decides decir: «Dios puede dar a una criatura el libre albedrío y al mismo tiempo privarla de él», no has conseguido decir nada sobre Dios.

Omnisciente

Si Dios tiene un conocimiento infinito, entonces sabe muchas cosas que nosotros no sabemos. Esto significa que, de hecho, puede tener buenas razones para permitir cosas como el mal y el sufrimiento que—desde nuestra perspectiva—parecen inexplicables.

Los seres humanos tenemos una posición muy limitada, y a menudo desconocemos las cosas verdaderamente significativas. Lo que nos parece una tragedia puede tener efectos que traigan un gran bien, y viceversa, lo que nos parece algo bueno puede, a la larga, resultar perjudicial.

Por ejemplo, cuando llevas a un niño pequeño al médico para que le pongan sus vacunas. Él sabe que la aguja duele, y no puede entender por qué sus propios padres permiten que el médico le cause dolor; no puede entender que las inoculaciones ayudan a prevenir el sufrimiento mucho mayor de la enfermedad. Es incapaz de percibir el bien mayor.

Del mismo modo, debemos reconocer que un ser con más conocimientos que nosotros, como Dios, puede tener buenas razones para las cosas, incluso el dolor y el sufrimiento, que nosotros desconocemos. Por eso, permite que el mal exista debido a su omnisciencia, no a pesar de ella.

Omnibenevolente

Cuando pensamos en la bondad de Dios, debemos tener cuidado de no imponerle a Él nuestra definición inadecuada de bondad. En su libro El problema del dolor, C.S. Lewis escribe:

Hoy en día se entiende por bondad de Dios casi exclusivamente su cariño, y puede ser que estemos en lo cierto. Y, dentro de este contexto, la mayoría de nosotros entiende el amor como benevolencia, como el deseo de ver a otros felices; no felices de esta u otra manera, sino simplemente felices. Lo que nos dejaría realmente satisfechos, sería un Dios que dijera de todo aquello que nos gusta hacer: "¿qué importa, con tal que estén contentos?". De hecho, deseamos no tanto un padre en los cielos, sino más bien un abuelito; una benevolencia senil a la que, como se dice, le "guste ver a los jóvenes entretenerse" y cuyo plan para el universo consistiera simplemente en que, al final de cada día, pudiera decirse, "todos lo pasaron bien". Admito que no muchas personas formularían una teología precisamente en esos términos, pero en el fondo de muchas mentes existe una idea no muy diferente a ésta (Capítulo II de El Problema del Dolor).

Además, la mayoría de los teístas no creen que Dios nos haya creado solamente para ser felices en esta vida, sino también, y sobre todo, para ser felices eternamente con él en la otra. Por tanto, su omnibenevolencia no debe ser juzgada ni por nuestros limitados criterios humanos de bondad ni por lo que ocurre en este mundo únicamente.


Si juntamos estas cosas, podemos reconocer que un creador omnipotente, omnisciente y omnibenevolente puede tener buenas razones para tolerar los abusos del libre albedrío humano que conducen al mal y al sufrimiento.

Puede que no sepamos cuáles son todas sus razones, pero percibimos el valor de la libertad, incluido el valor de poder elegir el bien libremente y no por obligación.

Podemos ver cómo su poder y su conocimiento pueden sacar el bien del mal de formas que nosotros, con nuestros límites, no somos capaces de comprender. Pero en la fe podemos decir con San Pablo:

Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman. (Rom. 8:28)

El mal, un argumento a favor de Dios

De hecho, más que refutar la existencia de Dios, la realidad del mal apunta hacia ella, de forma indirecta. Si el mal existe, entonces se deduce que la moral existe. Si la moral existe, entonces se deduce que Dios existe.

Las leyes morales apuntan a un legislador moral. Sólo dentro de un marco moral pueden tener sentido los sufrimientos de esta vida. Puede ser un misterio por qué un Dios todopoderoso permite que el sufrimiento y el mal tengan lugar, pero al menos desde este punto de vista hay un significado y un propósito, y Dios puede, en última instancia, hacer justicia y sacar el bien de los sufrimientos de esta vida.

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Este artículo fue adaptado al español del artículo original 'How to Answer the Problem of Evil' de Catholic Answers.

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