El escrutinio del creyente

Apologética Católica 2 de may. de 2023

El Evangelio de Juan contiene frases de Cristo que a los evangélicos les encanta coser para intentar demostrar que no podemos perder la salvación. El argumento es el siguiente: «Jesús dice que nunca echará fuera a los que vengan a Él y que nadie podrá arrebatárselos de la mano. Pero si Él no te echará fuera, y nadie puede sacarte, tu salvación está eternamente asegurada».

Hay muchos problemas con este argumento. El más básico tiene que ver con la forma en la que se trata el lenguaje. Bajo la influencia de la sola scriptura, los protestantes a menudo tratan la Biblia como si fuera un manual de teología sistemática. Intentan encontrar en ella las afirmaciones precisas y técnicas que se encuentran en las obras de teología sistemática.

Pero ese género de escritura teológica—que trata de explicar las verdades de la teología de la manera más exhaustiva, detallada y analítica posible—no se había inventado cuando se escribió la Biblia. Pasaron siglos desde el cierre del canon antes de que se escribiera algo parecido a la teología sistemática.

Los protestantes son especialmente susceptibles de leer la Biblia de esta manera porque el protestantismo se desarrolló en culturas del norte de Europa, como Inglaterra y Alemania, que tienen una predilección por el análisis detallado. Contrastan con la cultura de Medio Oriente que dio origen a las Escrituras, que es mucho más suelta, aproximativa e hiperbólica en sus modos de hablar. Debido a su trasfondo cultural, el protestantismo suele malinterpretar la Biblia al tratar sus afirmaciones como si fueran axiomas de teología sistemática. No lo son.

Casi en ninguna parte de las Escrituras se encuentran afirmaciones técnicas de una verdad. Encuentras múltiples pasajes que reflejan algún aspecto de la verdad, pero ninguno de ellos la explica en todos sus detalles. Las afirmaciones de la Escritura son expresiones parciales de una verdad, como las que utilizamos en el habla cotidiana. No son como las expresiones de una revista técnica, y hay que darles una lectura humana y no manualista. Esto se aplica a las garantías de Jesús sobre la seguridad del creyente. Si tratamos sus afirmaciones de forma humana, ¿qué conclusiones podemos sacar?

Una buena ilustración me la dio Ken Hensley, que en aquel momento era un pastor baptista que investigaba el catolicismo. (Desde entonces ha sido recibido en la Iglesia.) Dijo: «Supongamos que yo dijera a mi congregación: “Si alguien viene a mi oficina para pedir consejo, ciertamente no lo rechazaré. Y una vez que venga a mi despacho para recibir asesoramiento, no dejaré que nadie le saque”».

Si se le dijera esto a una congregación, nadie se imaginaría que el pastor estaba implicando que en el momento en que uno entrara en su oficina para recibir asesoramiento, uno quedaría inmediata e irrevocablemente comprometido a un curso perpetuo de asesoramiento y que nunca podría salir de su oficina por el resto de la eternidad.

Las afirmaciones de que no te echarán y de que no te sacarán no implican en modo alguno que no te irás por tu cuenta.

Esto arroja luz sobre cómo deben entenderse las declaraciones de Jesús cuando se leen en un sentido humano y no manualista. Son declaraciones parciales de la verdad relativa a la seguridad del creyente, como queda claro por el hecho de que los evangélicos intentan coserlas juntas. Si cualquiera de las dos fuera completa en sí misma, nadie las combinaría. Pero incluso la combinación de ambas afirmaciones no expresa toda la verdad sobre la seguridad del creyente. El Evangelio de Juan tiene más que decir sobre el tema.

En Juan 15 Jesús afirma que es posible ser sacado de Él y arrojado al infierno. Dice que el Padre mismo lo hará. Así, mientras que en Juan 10 es el Padre quien impide que uno sea arrebatado de la mano de Jesús, en Juan 15 es el Padre quien aparta a uno de Jesús.

Esto nos permite construir una imagen más completa de cómo funciona la seguridad del creyente. Según Jesús, si alguien viene a él, no echará fuera al creyente. Tampoco dejará que nadie aleje al creyente de él en contra de la voluntad del creyente. Pero si el creyente no da fruto y no permanece en el amor de Dios, Dios mismo lo expulsará y, a menos que se arrepienta, el creyente acabará en el infierno.

La seguridad del creyente no es incondicional. Tenemos una seguridad condicional de la salvación, condicionada a que demos fruto, guardemos los mandamientos de Cristo y permanezcamos en el amor de Dios. Si hacemos estas cosas, nadie nos va a arrebatar, y nunca seremos rechazados.

Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré. —Juan 6: 37.
Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa. —Juan 10: 27-30.
Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. [...] Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. [...] Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. —Juan 15: 1-2, 6, 9-10.
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Este artículo fue adaptado al español del artículo original “Believer’s Scrutinity” de Jimmy Akin via Catholic Answers.

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