Unas estatuas de monos al lado de un señor

¿La teoría de la evolución refuta el Génesis?

Apologética Cristiana 30 de ene. de 2023

En este artículo quiero deshacer el aparente conflicto entre la teoría de evolución, la existencia de Dios y el relato de la creación del Genesis.

Muchas personas erróneamente creen que la teoría de la evolución niega ya sea la existencia de Dios o la infalibilidad de las Escrituras, las cuales enseñan que el mundo fue creado en 6 días.

Como cristianos, es importante que entendamos qué es lo que la teoría de evolución sustenta y las enseñanzas constantes de la Iglesia.

¿Hay contradicción entre Dios y la evolución?

La evolución propone una explicación en cuanto a cómo la vida en general—y la humanidad en particular—surgió. Sostiene que hubo un periodo largo en el que ciertos procesos naturales dieron lugar a la vida y a las diferentes formas de vida en la Tierra.

Como creador omnipotente, Dios tiene la libertad de crear—ya sea rápida o lentamente y de forma directa o a través de procesos que Él diseñó. Incluso puede hacer una mezcla de estas cosas, como crear un universo en un instante (así lo sugiere la teoría del big bang) y después tener a este universo experimentar un proceso de desarrollo lento y alargado, dando lugar a estrellas, planetas y a seres vivientes, incluyendo a nosotros los humanos.

Él puede intervenir periódicamente en estos procesos que suceden en el universo, como cuando crea un alma para cada humano o cuando realiza un milagro.

La ciencia puede descubrir ciertas cosas sobre las leyes que gobiernan el universo y los procesos ocurriendo en este. Pero estas leyes y procesos no hacen nada para eliminar la posibilidad de Dios, por lo que la pregunta permanece: ¿Por qué es que hay un universo con estas leyes y estos procesos en primer lugar?

Considera una analogía. Digamos que, tras una investigación científica exhaustiva y prolongada de la "Mona Lisa", llego a la conclusión de que fue el resultado de innumerables colisiones de pintura y lienzo que pasaron gradualmente de formas y colores indescifrables a un bello e intrigante retrato de una mujer.

El análisis de la pintura puede que sea correcto. Eso es, de hecho, lo que es la "Mona Lisa" y como se desarrolló. Pero de ninguna manera se anula o hace inútil a Leonardo Da Vinci como pintor.

"No hay conflicto real" escribe el filósofo Alvin Plantinga, "entre [la creencia en Dios] y la teoría científica de la evolución. Lo que hay es, en lugar, es conflicto entre [la creencia en Dios] y una glosa filosófica o complemento de la doctrina científica de la evolución: la afirmación de que la evolución no es dirigida, no guiada, no orquestada por Dios (o cualquier otro ser)" (Where the Conflict Really Lies: Science, Religion, and Naturalism, p. xx).

¿Podemos confiar en nuestras facultades cognitivas?

Si nosotros fuéramos producto de procesos puramente aleatorios—eso es, no guiado por Dios—entonces tenemos buena razón para dudar de nuestras facultades mentales cuando se trata de conocer la verdad. ¿Por qué? Plantiga explica:

Existe un conflicto profundo y grave entre el naturalismo y la ciencia. Tomando el naturalismo para incluir el materialismo con respecto a los seres humanos, sostengo que es improbable, dado el naturalismo y la evolución, que nuestras facultades cognitivas sean fiables. Es improbable que nos proporcionen una preponderancia adecuada de las creencias verdaderas sobre las falsas. Pero entonces un naturalista que acepte la teoría evolutiva actual tiene una razón para rechazar la proposición de que nuestras facultades son fiables.

Más aún, si tiene un derrotado para la proposición de que sus facultades cognitivas son fiables, tiene un derrotado para cualquier creencia que considere producida por sus facultades. Pero, por supuesto, todas sus creencias han sido producidas por sus facultades, incluyendo, naturalmente, su creencia en el naturalismo y la evolución. Por tanto, esa creencia—la conjunción de naturalismo y evolución—no puede ser aceptada racionalmente. De ahí que el naturalismo y la evolución estén en grave conflicto: No se pueden aceptar ambos racionalmente. Y por tanto, como he dicho antes, hay un conflicto ciencia/religión (quizá un conflicto ciencia/casi-religión), pero es entre ciencia y naturalismo, no entre ciencia y creencia teísta" (Where the Conflict Really Lies, traducido, p. xx).

Charles Darwin, quien esencialmente engendró la teoría de la evolución con su libro Origen de las Especies (1859), reconoció este problema cuando el escribió:

Siempre me asalta la horrible duda de si las convicciones de la mente del hombre, que se ha desarrollado a partir de la mente de los animales inferiores, tienen algún valor o son dignas de confianza. ¿Confiaría alguien en las convicciones de la mente de un mono, si es que hay convicciones en tal mente? (Carta 13230, a William Graham, 3 de julio de 1881).

Esta preocupación desaparece si Dios está guiando cualquier proceso que nos conduzca y si da forma al desarrollo de la mente humana para que esté encaminada a conocerle y, por tanto, a conocer la verdad.

¿Qué pasa con Genesis?

Bien, si la teoría de la evolución no desacredita un creador omnipotente, ¿cómo pueden los cristianos reconciliarla con el relato de la creación en Génesis?

Primeramente, es importante que entendamos que la Biblia contiene muchos estilos de escritura. Historia, poesía, profecía, parábolas, y una variedad de otros géneros literarios se encuentran en sus páginas. Esto no es una sorpresa, ya que no es tanto un libro, si no una biblioteca—una colección de setenta y tres libros escritos durante decenas de siglos por muchas personas diferentes.

Por tanto, debemos distinguir entre los tipos de literatura dentro de la Biblia y lo que intentan decirnos. Sería un error, por ejemplo, tomar una obra tan rica en simbolismo y figuras literarias (la Biblia) como si relatara siempre la historia de la manera a la que estamos acostumbrados.

Mucho menos debemos esperar que ofrezca un relato científico de las cosas. Si uno espera encontrar un relato científico de la creación, no lo encontrará en estos textos. La Biblia nunca pretendió ser un libro de texto científico sobre cosmología.

San Agustín lo expresó de esta manera: "No leemos en el Evangelio que el Señor dijera: 'Os envío el Espíritu Santo, para que os enseñe el curso del sol y de la luna'. Quería hacer cristianos, no astrónomos" (Respuestas a Félix, el maniqueo 1:10).

La Iglesia Católica está abierta a la idea de un universo viejo y a la idea de que Dios utilizó la evolución como parte del plan. De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica:

La cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto de numerosas investigaciones científicas que han enriquecido magníficamente nuestros conocimientos sobre la edad y las dimensiones del cosmos, el devenir de las formas vivientes, la aparición del hombre. Estos descubrimientos nos invitan a admirar más la grandeza del Creador, a darle gracias por todas sus obras y por la inteligencia y la sabiduría que da a los sabios e investigadores. (CIC 238)

Cuando se trata de relacionar descubrimientos científicos con los relatos bíblicos el Catecismo dice: «Dios mismo es quien ha creado el mundo visible en toda su riqueza, su diversidad y su orden. La Escritura presenta la obra del Creador simbólicamente como una secuencia de seis días "de trabajo" divino que terminan en el "reposo" del día séptimo (Gn 1, 1-2,4)» (CIC 337). Explicando más a fondo, dice:

Entre todas las palabras de la sagrada Escritura sobre la creación, los tres primeros capítulos del Génesis ocupan un lugar único. Desde el punto de vista literario, estos textos pueden tener diversas fuentes. Los autores inspirados los han colocado al comienzo de la Escritura de suerte que expresan, en su lenguaje solemne, las verdades de la creación, de su origen y de su fin en Dios, de su orden y de su bondad, de la vocación del hombre, finalmente, del drama del pecado y de la esperanza de la salvación. (CIC 289)

En otras palabras, los primeros capítulos del Genesis «relatan en un lenguaje sencillo y figurado, adaptado a las inteligencias de una humanidad menos desarrollada, las verdades fundamentales que presupone la economía de la salvación» (Des sources du pentateuque et de l'historicité de genèse 1-11, 16 janvier 1948, Pontificia Commissione Biblica).

O, como explicó el entonces cardenal Joseph Ratzinger (luego Papa Benedicto XVI),

La historia del polvo de la tierra y del soplo de Dios... no explica en realidad cómo ha nacido el ser humano, sino lo que es. Explica su origen más íntimo y arroja luz sobre el proyecto que son. Y viceversa, la teoría de la evolución trata de comprender y describir la evolución biológica. Pero al hacerlo no puede explicar de dónde procede el "proyecto" de las personas humanas, ni su origen íntimo, ni su naturaleza particular. En este sentido, nos encontramos ante dos realidades complementarias, no excluyentes (In the Beginning, p. xx).

El reconocimiento de que los relatos de la creación deben entenderse con ciertos matices no es nuevo. Los escritores católicos de los primeros siglos de la Iglesia, 1.500 años o más antes de Darwin, consideraban los seis días de la creación como algo distinto de períodos literales de veinticuatro horas.

En la década de 200 d.C., Orígenes de Alejandría observó que en los seis días de la creación, el día y la noche se crean el primer día, pero el sol no se crea hasta el cuarto. Los antiguos sabían tan bien como nosotros que la presencia o ausencia del sol es lo que hace que sea de día o de noche, por lo que lo tomó como un indicador de que el texto estaba utilizando un recurso literario y no presentaba una cronología literal:

Ahora bien, ¿quién hay, por favor, que posea entendimiento, que considere apropiada la afirmación de que el primer día, y el segundo, y el tercero, en los que también se mencionan la tarde y la mañana, existieron sin sol, ni luna, ni estrellas—el primer día incluso sin cielo...? No supongo que nadie dude de que estas cosas indican figuradamente ciertos misterios, habiendo tenido lugar la historia en apariencia, y no literalmente (De Principiis, 4:16).

En lo que Orígenes se fijó fue en una estructura incrustada en los seis días de la creación, según la cual en los tres primeros días Dios prepara varias regiones para poblarlas, separando el día de la noche, el cielo del mar y, finalmente, los mares entre sí, de modo que aparece la tierra seca. En los tres días siguientes las puebla, llenando el día y la noche con el sol, la luna y las estrellas, llenando el cielo y el mar con aves y peces, y llenando la tierra seca con animales y hombres.

Los tres primeros días se conocen históricamente como los días de la distinción, porque Dios separa y distingue así una región de otra. Los segundos tres días se denominan días de adorno, en los que Dios puebla o adorna las regiones que ha distinguido.

Esta estructura literaria era obvia para la gente antes del desarrollo de la ciencia moderna, y el hecho de que el sol no sea creado hasta el día fue reconocido por algunos como un signo de que el texto está presentando la obra de Dios, como dice el Catecismo, «simbólicamente como una secuencia de seis días "de trabajo" divino» (CIC 337).

Orígenes no fue el único en reconocer la naturaleza literaria de los seis días. San Agustín, escribiendo en la década de 400 d.C., señaló: "Qué clase de días fueron éstos nos resulta sumamente difícil o quizá imposible de concebir, ¡y cuánto más de decir!". (La Ciudad de Dios, 11:6).

Vemos, pues, que, lejos de excluirse mutuamente, la creencia en un proceso evolutivo y la creencia en Dios y en el relato de la creación del Génesis pueden considerarse verdaderas.

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Este artículo fue adaptado al español del artículo original ''God May Create Through Any Means—Including Evolution" de Catholic Answers.

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Junto con Luis Ochoa

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