Una escalinata romana

Imagen de Alex Vasey

¿Por qué hay dos juicios?

Apologética Católica 23 de nov. de 2022

Recientemente recibí esta serie de preguntas de una persona que estaba considerando convertirse en católica:

¿Cómo podría haber un juicio particular al final de la vida de cada persona y después otro juicio al final de los tiempos donde todos seremos juzgados colectivamente? Esto parece absurdo. Tomemos, por ejemplo, a los condenados. ¿Acaso los católicos afirman que estas personas habrán sido condenadas en su juicio particular, y luego, en la Segunda Venida, serán sacadas del infierno, se les dará su cuerpo, serán juzgadas de nuevo, y luego serán arrojadas de nuevo al infierno?

Habiendo escuchado varias formas de estas preguntas miles de veces a lo largo de los años, debo de decir que esta fue la más creativa que he escuchado hasta la fecha.

Brevemente, la respuesta a estas preguntas son todas afirmativas, pero se necesitan algunas aclaraciones. Especialmente respecto a la parte de que la gente es "sacada del infierno".

Hay cuatro puntos a considerar para responder estas preguntas.

1. Sí, como católicos debemos creer que existe lo que la Iglesia llama en el Catecismo (CIC 1022) el «juicio particular» inmediatamente después de la muerte de cada persona humana:

Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre.

Esta verdad aparece en las Escrituras como Hebreos 9:27: «Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio». Y también es implícito en Lucas 16:19, cuando Jesús nos da una de sus famosas parábolas de Lázaro y el hombre rico. El hombre rico vivía lujosamente en esta vida mientras que el pobre Lázaro vivía en pobreza, pero al morir cada uno de ellos fue inmediatamente a su recompensa eterna. El pobre de Lázaro entro al paraíso mientras que el hombre rico entro a la condenación eterna (CIC 1021). El juicio particular de cada uno es una inferencia necesaria para dar sentido al texto.

Cabe señalar que existirán excepciones a la parte de "muerte" en esta ecuación. San Pablo nos dice que aquellos que están "vivos y permanecen" en el tiempo de la venida de Cristo nunca probarán el sabor de la muerte. (1 Tes. 4:16-17; cf. 1 Cor. 15:51). Por lo tanto, es de suponer que estos también quedarán exentos de un juicio particular. Parecería que proceden inmediatamente al juicio final.

2. Como católicos también debemos reconocer que existirá lo que la Iglesia denomina el juicio final al final de los tiempos, cuando todos serán juzgados colectiva y públicamente. Según la Sagrada Escritura, esto es claramente separado y distinto del juicio particular, como lo declara el CIC 1038:

La resurrección de todos los muertos, "de los justos y de los pecadores" (Hch 24, 15), precederá al Juicio final. Esta será "la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz [...] y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación" (Jn 5, 28-29). Entonces, Cristo vendrá "en su gloria acompañado de todos sus ángeles [...] Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda [...] E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna." (Mt 25, 31. 32. 46).

3. Por extraño que pueda sonar todo esto, es conveniente que haya un juicio final después del juicio particular por tres razones esenciales. Primero, y más importante, el juicio final revelará en su totalidad la justicia y la gloria de Dios para que todos la vean. Esto no se logra en el juicio privado y particular de cada persona. Incluso de este lado del velo es una enorme fuente de consuelo para todos saber que en ese juicio final, como dice el CIC 1040,

Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último. El Juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte (cf. Ct 8, 6).

Pero cuando la revelación de la eternidad ocurra realmente, el nivel de alegría y consuelo irá más allá de lo que podemos imaginar ahora. Puesto que «nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman» (1 Cor. 2:9).

Además, todas las implicaciones del bien y del mal que hagamos en nuestra vida no se verán plenamente en el momento de nuestro juicio particular. Éstas tendrán efectos en cadena sobre nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos, etc., y sobre los que nos rodean, y los que les rodean, a lo largo de los años entre nuestro juicio particular y el final de los tiempos. Todo esto se revelará plenamente en el juicio final.

Y finalmente, ya que pecamos y realizamos acciones virtuosas como un compuesto de cuerpo/alma, es apropiado que seamos juzgados como un compuesto de cuerpo/alma también. Esto tampoco ocurre en nuestro juicio particular, sino en el juicio final.

4. Pero ¿qué pasa con el aparente absurdo de que los condenados sean "sacados del infierno, juzgados y devueltos al infierno"? Y se podría añadir una pregunta similar en el contexto de los justos del cielo.

Esta pregunta puede delatar una noción errónea de la naturaleza del cielo y del infierno que necesita ser corregida. Tanto el cielo como el infierno no son principalmente lugares físicos, sino que son estados del ser. El infierno, como dice el CIC 1033, es el «estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados». Y en cuanto a las penas del infierno (y podríamos añadir aquí también el purgatorio), dice el CIC 1472:

Estas dos penas [hablando del purgatorio y del infierno] no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado.

El infierno no es tanto un "lugar" al que uno puede ser "arrojado" en un sentido literal sino que sino que es un estado del ser. Así que, en ese sentido, no se puede "sacar del infierno", porque el infierno está donde están los condenados.

Además, debido a que los condenados no tienen cuerpo antes del fin de los tiempos, no tienen una ubicación como la entendemos tú y yo. Son puros espíritus. Así que realmente no podemos hablar de que el infierno sea un "lugar" en este momento, al menos, no como nosotros entendemos los "lugares". Sin embargo, después de la resurrección, debido a que los que están en el infierno tendrán cuerpos, ciertamente podríamos decir que tienen una "ubicación" o "lugar".

Pero incluso ahí tenemos que tener cuidado. Tampoco es que los condenados o los justos puedan "salir" del infierno o del cielo "caminando". El cielo y el infierno no tienen "ubicación" en ese sentido. Una vez más, el infierno y el cielo siguen estando esencialmente presentes dondequiera que los condenados y los justos estén "localizados", incluso después de la resurrección del cuerpo.

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Este artículo fue adaptado al español por María Irías del artículo original 'Why Are There Two Judgments?' de Catholic Answers.

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Junto con María Irías Cárdenas

Los artículos que tengan como autor principal a esta cuenta, son artículos de Catholic Answers (catholic.com) adaptados al español. Los autores secundarios son los traductores.