¿Qué significa "no hay salvación fuera de la Iglesia"?

Apologética Católica 16 de sep. de 2022

Una de las enseñanzas más malentendidas de la Iglesia Católica es esta:

«Fuera de la Iglesia no hay salvación» (Extra ecclesiam nulla salus).

Los que intentan entender el significado de esta enseñanza a menudo batallan con las formulaciones de los distintos Padres y Concilios de la Iglesia a lo largo de la historia. Por supuesto, para entender una formulación aislada de cualquier enseñanza de la Iglesia, hay que estudiar el contexto histórico en el que se escribió: por qué se escribió, qué pasaba en la Iglesia en ese momento, a quién iba dirigida, etc... Hay que descubrir cómo el magisterio de la Iglesia entiende su propia enseñanza. Si alguien no lo hace y decide considerar una formulación concreta como enseñanza aislada, corre el riesgo de malinterpretarla gravemente.

En los últimos años, la Iglesia Católica ha reconocido que su enseñanza sobre la necesidad de la Iglesia Católica para la salvación ha sido ampliamente malinterpretada, por lo que ha "reformulado" esta enseñanza de forma positiva. El Catecismo de la Iglesia Católica, en su apartado número 846, trata este tema de la siguiente manera:

¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo.

En sintonía con el actual espíritu ecuménico de la Iglesia, esta reformulación positiva se presenta con menos dureza que las formulaciones negativas anteriores. Aun así, sigue siendo bastante polémica. Veamos, pues, cómo encaja esta nueva formulación con la Escritura.

Jesús, el camino

La primera parte de esta enseñanza reformulada—«toda salvación viene de Cristo, la Cabeza»—es bastante fácil de entender y aceptar para todos los cristianos, incluso los no católicos. Se trata de un eco de las propias palabras de Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí» (Juan 14, 6). Así pues, todos los cristianos están de acuerdo en esta primera parte. Pero, ¿es esto todo lo que se puede decir sobre la salvación? Históricamente, la Iglesia Católica ha reconocido la importancia de explicar más los métodos por los que se ofrece la salvación en Cristo.

Al hablar de la salvación, Jesús ofreció más detalles que solamente las palabras citadas anteriormente. Por ejemplo, considera estos tres versículos:

  • El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará (Marcos 16:16).
  • Les aseguro que [...] si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera (Lucas 13:3).
  • El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día (Juan 6:54).

Observa cómo, en estos tres versículos, Jesús asoció la salvación con el bautismo, la confesión y la Eucaristía, respectivamente. Los católicos reconocen que estos sacramentos se administran a través de la Iglesia. De hecho, en el caso de los dos últimos, es necesario un sacerdote válidamente ordenado para la administración de estos sacramentos, por lo que el sacerdocio también debe de estar asociado a la salvación. El papel primordial de la Iglesia Católica en relación con la salvación queda bastante claro.

Esto nos lleva a la segunda parte de la formulación del Catecismo de esta doctrina: «por la Iglesia que es su Cuerpo».

Con él o contra él

Dado que los sacramentos son el medio ordinario a través del cual Cristo ofrece la gracia necesaria para la salvación, y la Iglesia Católica que Cristo estableció es el ministro ordinario de estos sacramentos, es apropiado afirmar que la salvación proviene de la Iglesia.

Esto no es diferente de la situación que existía antes del establecimiento de la Iglesia Católica. Incluso antes de que se revelara plenamente que era el Mesías, el propio Jesús enseñó que «la salvación viene de los judíos» (Juan 4, 22). Le dijo a la mujer de Samaria que el cuerpo de creyentes que existía en ese momento, a través del cual se ofrecería la salvación a toda la humanidad, eran los judíos.

De manera similar, ahora que el Mesías ha establecido su Iglesia, Jesús podría decir: "la salvación es de los católicos".

Reconociendo esto, podemos ver por qué la Iglesia, especialmente en épocas de éxodo masivo (como ha sucedido en los tiempos en que las herejías han proliferado), ha sido aún más enérgica en la forma en que ha enseñado esta doctrina. En lugar de señalar simplemente cómo Dios ofrece la salvación desde Cristo a través de la Iglesia, la Iglesia ha advertido que no hay salvación aparte de Cristo ni fuera de su Iglesia.

Puesto que Jesús estableció la Iglesia Católica como necesaria para la salvación, aquellos que consciente y voluntariamente lo rechazan a Él o a su Iglesia no pueden ser salvados. Lo vemos en la enseñanza de Jesús: «El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama» (Mateo 12, 30). También: «Si se niega a hacerles caso [un hermano pecador], dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o republicano» (Mateo 18, 17). Pablo advirtió de manera similar: «En cuanto a los que crean facciones, después de una primera y segunda advertencia, apártate de ellos: ya sabes que son extraviados y pecadores que se condenan a sí mismos» (Tito 3:10-11).

Dicho todo esto, hay que reconocer que esta doctrina no tiene el alcance que algunos imaginan. La gente preguntará a veces:

¿Significa esto que los no-católicos van a ir al infierno?

No necesariamente.

Ignorantes invencibles

La Iglesia reconoce que Dios no condena a quienes ignoran inocentemente la verdad sobre su ofrecimiento de salvación. Respecto a la doctrina en cuestión (extra ecclesiam nulla salus), el Catecismo de la Iglesia Católica (citando el documento Lumen Gentium, 16) afirma:

Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia: «Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna» (Catecismo de la Iglesia Católica, 847).

El documento Gaudium Et Spes del Concilio Vaticano II enseña de manera similar sobre la posibilidad de la salvación:

Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual (Gaudium Et Spes, 22).

Esta enseñanza es coherente con la propia enseñanza de Jesús sobre los que le rechazan inocentemente: «Si yo hubiera venido (y no) les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora su pecado no tiene disculpa» (Jn 15, 22).

Pero una vez que alguien llega a conocer la verdad, debe abrazarla o será culpable de rechazarla. Lo vemos en las palabras de Jesús a los fariseos: «Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: "Vemos", su pecado permanece» (Juan 9, 41). Pablo enseñó lo mismo respecto a los gentiles:

Cuando los paganos, que no tienen la Ley, guiados por la naturaleza, cumplen las prescripciones de la Ley, aunque no tengan la Ley, ellos son ley para sí mismos, y demuestran que lo que ordena la Ley está inscrito en sus corazones. Así lo prueba el testimonio de su propia conciencia, que unas veces los acusa y otras los disculpa, hasta el Día en que Dios juzgará las intenciones ocultas de los hombres por medio de Cristo Jesús, conforme a la Buena Noticia que yo predico (Romanos 2:14-16).

Fíjate en las palabras cuidadosamente elegidas por Pablo: «Así lo prueba el testimonio de su propia conciencia, que unas veces los acusa y otras los disculpa». Pablo no dijo que los que ignoran inocentemente la verdad se salvarán; simplemente mantiene abierta la posibilidad de ello.

Del mismo modo, escribió: «¿Acaso Dios es solamente el Dios de los judíos? ¿No lo es también de los paganos? Evidentemente que sí, porque no hay más que un solo Dios, que justifica por medio de la fe tanto a los judíos circuncidados como a los paganos incircuncisos» (Romanos 3, 29-30).

Como hemos visto, Dios introdujo la salvación en el mundo a través de su pueblo escogido, los judíos. La revelación de Dios a los judíos encontró su cumplimiento en Cristo, el Mesías, quien estableció la Iglesia Católica. La gracia necesaria para la salvación sigue viniendo de Cristo, a través de su Iglesia. Pero aquellos que inocentemente no lo saben, aún pueden alcanzar la salvación. A diferencia de aquellos que a sabiendas y voluntariamente eligen rechazarlo, rechazan la salvación en los términos de Dios.

El Catecismo (citando una vez más a Lumen Gentium) resume todo esto de la siguiente manera:

El santo Sínodo [...] «basado en la sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el Bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella» (Catecismo de la Iglesia Católica, 846).
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Este artículo fue adaptado al español del artículo original What “No Salvation Outside the Church” Means de Catholic Answers.

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