Reliquia de San José Sanchez del Río

Reliquias

Artículo Base 30 de dic. de 2022

Muchos no-católicos huyen particularmente de los aspectos sacramentales del catolicismo, y no sólo de los siete sacramentos. Lo que les molesta es la mezcla de espíritu y materia, el don de algo espiritual—la gracia—por medio de cosas físicas. Al fin y al cabo, eso es lo que son los sacramentos. Esta tendencia a separar el espíritu de la materia proviene de herejías antiguas conocidas como Dualismo, Marcionismo y Maniqueísmo. Marción, en particular, enseñaba que el Dios del Antiguo Testamento fue malo por crear la materia, pero el Dios del Nuevo Testamento era un Dios diferente y bueno, que nos eleva al nivel del espíritu. Según él, cuanto menos atrapado estés por la materia, más cerca estás de Dios. No hace falta decir que esto no encaja bien con los sacramentos, ¡ni con la Encarnación!

En los sacramentos, cosas materiales comunes como el agua, el vino, el pan, el aceite y la imposición de las manos dan lugar a la administración de la gracia. Relacionados a los sacramentos están los sacramentales, objetos como medallas, palmas benditas, agua bendita y cenizas. Su uso puede llevar a las personas a recibir o a responder a la gracia. Muchos no-católicos creen erróneamente que la Iglesia enseña que estos sacramentales proporcionan la gracia. Pero uno de los mayores problemas para los no-católicos son las reliquias de los santos: huesos, cenizas, ropas o posesiones personales de los apóstoles y otros santos que la Iglesia venera y a veces asocia con curaciones milagrosas y otros actos de Dios.

Así es como Bart Brewer, ex-sacerdote y director de Mission to Catholics International, formula la queja en su autobiografía, Pilgrimage from Rome:

Otro dogma que ha molestado a los católicos durante siglos es la veneración de las reliquias y las afirmaciones de que tienen poderes mágicos. Incluso Martín Lutero se preguntaba cómo podían haber veintiséis apóstoles enterrados en Alemania, ¡cuando sólo había doce en toda la Biblia! Se dice que si se juntaran todos los trozos de la cruz que se exhiben en las iglesias católicas, se necesitaría un camión de diez toneladas para transportarlos. Está claro que la mayoría de las "reliquias" son fraudes. Además, no hay nada en la Biblia que apoye la veneración de las reliquias, aunque sean auténticas (traducido de la página 132).

Se trata de un párrafo único en el sentido de que cada una de sus frases contiene uno o dos errores torpes. Repasémoslos.

El primero es la afirmación de que la veneración de reliquias "ha molestado a los católicos durante siglos". Teniendo en cuenta la gran estima que los católicos hemos tenido por las reliquias a lo largo de los años, esto es absurdo. No han sido los católicos quienes nos hemos sentidos molestos, sino los no-católicos (y los ex-católicos).

Además, la Iglesia no afirma que las reliquias tengan "poderes mágicos". Observa que Brewer no cita ninguna obra católica que haga tal afirmación—porque no la hay. El sistema sacramental es lo contrario de la magia. En la magia, algo material se considera la causa de algo espiritual; en otras palabras, se espera que una causa inferior produzca un efecto superior.

No hay magia en los sacramentos

Los sacramentos (y, derivadamente, los sacramentales y las reliquias) no obligan a Dios a obrar de una determinada manera. Su uso depende de Dios, que estableció su eficacia, por lo que sus efectos son divinos, no naturales, en su origen. Es Dios quien autoriza el uso de las reliquias; no se trata de que los hombres "dominen" a Dios con sus propios poderes o con los poderes de la naturaleza, que es a lo que equivale la magia.

Cuando Jesús curó al ciego en Juan 9:1-7, ¿usó el Señor barro y saliva mágicos? ¿Fue realmente una poción mágica lo que mezcló en la arcilla, o fue simplemente que Jesús consideró oportuno utilizar la materia en asociación con la administración de su gracia? El Señor no es dualista. Hizo la materia, ama la materia y no tuvo reparos en convertirse Él mismo en materia para llevar a cabo nuestra redención.

En la siguiente frase Brewer ridiculiza las reliquias refiriéndose al comentario de Lutero, pero la réplica debería haberle resultado obvia. Aparte del hecho de que hay más de doce apóstoles mencionados en la Biblia (hay al menos dieciséis, contando a Pablo, Bernabé, Santiago el Justo y Matías), no hay razón para pensar que todo el esqueleto de un santo deba guardarse en un relicario. De hecho, por lo que sabemos sobre la forma en que los primeros cristianos conservaban los huesos de los asesinados durante las persecuciones, eso sería inusual. Lo más habitual es que los huesos del santo se dividieran, de modo que varias comunidades pudieran tener una parte de sus reliquias: el cráneo aquí, una mano allí, otros huesos en otro lugar. Así, varias ciudades podían reclamar las reliquias de un mismo santo.

¿No hay veneración?

Por último, Brewer afirma que "no hay nada en la Biblia que apoye la veneración de las reliquias, aunque sean auténticas". De nuevo, esto no es así.

Uno de los relatos más conmovedores de la veneración de reliquias es el del propio cuerpo de Cristo. En lugar de dejar su cuerpo en la cruz, para que los romanos lo descolgaran y se deshicieran de él (como era costumbre), José de Arimatea intercedió valientemente ante Pilato por el cuerpo de Cristo (Marcos 15:43, Juan 19:38). Donó su propia tumba, recién labrada, como lugar de descanso de Cristo (Mateo 27:60). Nicodemo vino y donó más de cien libras de especias para envolver la ropa de la tumba de Jesús (Juan 19:39), esa cantidad de especias sólo se usaba para los muertos más honrados. Y después de enterrarlo, las mujeres fueron a visitar reverentemente la tumba (Mateo 28:1) y a ungir aún más el cuerpo de Cristo con especias, aunque ya había sido sellado dentro de la tumba (Marcos 16:1, Lucas 24:1). Estos actos de reverencia eran algo más que la cortesía habitual que se muestra a los restos de los muertos; eran un respeto especial que se mostraba al cuerpo de un hombre santísimo, en este caso, el hombre más santo que jamás haya existido, pues era Dios encarnado.

Las reliquias en el cristianismo primitivo

La veneración de las reliquias aparece explícitamente ya en el relato del martirio de Policarpo, escrito por los esmirneos en el año 156 d.C.. En él, los cristianos describen los acontecimientos que siguieron a su quema en la hoguera: «Recogimos sus huesos, que son más valiosos que las piedras preciosas y más finos que el oro refinado, y los depositamos en un lugar adecuado, donde el Señor nos permitirá reunirnos, según nuestras posibilidades, con alegría y gozo, y celebrar el aniversario de su martirio».

Hablando de la veneración de las reliquias en la Iglesia primitiva, el historiador anticatólico Adolfo Harnack escribe: Ningún doctor de la Iglesia de renombre la restringió. Más bien todos ellos, incluso los capadocios, la aprobaban. Los numerosos milagros obrados por huesos y reliquias parecían confirmar su culto. La Iglesia, por lo tanto, no abandonó la práctica, aunque algunos paganos cultos la atacaron violentamente y también los maniqueos (Harnack, History of Dogma, tr., IV, 313).

En el siglo IV, el gran sabio bíblico Jerónimo declaró: No adoramos, no adoramos, por temor a inclinarnos ante la criatura más que ante el creador, pero veneramos las reliquias de los mártires para adorar mejor a aquel de quien son mártires (Ad Riparium, i, P.L., XXII, 907).

Las reliquias en la Escritura

Recuerda lo que dice la Iglesia sobre las reliquias. No dice que tengan un poder mágico. No hay nada en la reliquia en sí, ya sea un hueso del apóstol Pedro o agua de Lourdes, que tenga alguna capacidad curativa. La Iglesia sólo dice que las reliquias pueden ser ocasión de milagros de Dios, y en esto la Iglesia está de acuerdo con las Escrituras.

El uso de los huesos de Eliseo resucitó a un muerto: «Eliseo murió y fue sepultado. Al comienzo del año, bandas de moabitas hicieron incursiones en el país. Unos hombres estaban enterrando a un muerto, cuando divisaron una de esas bandas; entonces echaron al muerto en el sepulcro de Eliseo y escaparon. Y apenas tocó el cadáver los huesos de Eliseo, el muerto revivió y se puso de pie» (2da de Reyes 13:20-21). Este es un ejemplo bíblico inequívoco de un milagro realizado por Dios a través del contacto con las reliquias de un santo.

Similares son los casos de la mujer que se curó de una hemorragia tocando el borde del manto de Cristo (Mateo 9:20-22) y los enfermos que se curaron cuando la sombra de Pedro pasó sobre ellos (Hechos 5:14-16). «Dios realizaba a través de Pablo milagros extraordinarios, hasta el punto de que con sólo aplicar a los enfermos los pañuelos y otras prendas que habían tocado su cuerpo, se alejaban de ellos las enfermedades y salían los malos espíritus» (Hechos 19:11-12).

Si estos no son ejemplos del uso de reliquias, ¿qué lo son? En el caso de Eliseo, se produjo un retorno de entre los muertos similar al de Lázaro gracias a los huesos del profeta. En los casos del Nuevo Testamento, se utilizaron cosas físicas (el manto, la sombra, pañuelos y prendas) para efectuar curaciones. Existe una perfecta congruencia entre la práctica católica actual y la práctica antigua. Si rechazas todas las reliquias católicas actuales como fraudes, también deberías rechazar estos relatos bíblicos como fraudes.

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Este artículo fue adaptado al español por Diego Hernández del artículo original 'Relics' de Catholic Answers.

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