Seis puntos claves para la unidad de los cristianos

Ecumenismo 21 de sep. de 2022

En la encíclica Ut Unum Sint, el Papa San Juan Pablo II reiteró la enseñanza del Concilio Vaticano II de que Dios ha establecido al obispo de Roma como «principio y fundamento perpetuo y visible de unidad» (UUS, 88; citando Lumen Gentium, 23). Esta enseñanza tiene su origen en Mateo 16:18-19, donde Jesús hace de Pedro la roca fundacional de su Iglesia y le da las llaves del reino de los cielos.

El obispo de Roma no sólo es el fundamento visible de la unidad del pueblo de Dios, sino que también debe trabajar para lograr y mantener dicha unidad. Recordemos que Jesús dio a Pedro el mandato de "apacentar" y "pastorear" sus ovejas (Juan 21:15-17) y de fortalecer a los hermanos (Lucas 22:32). La labor de la unidad de los cristianos es, por tanto, una parte esencial del trabajo del Papa.

Varias veces en su encíclica, San Juan Pablo se refiere al ministerio papal como el «ministerio de la unidad» y llama al obispo de Roma «el primer servidor de la unidad». El obispo de Roma «debe asegurar la comunión de todas las Iglesias» (UUS, 94).

Pero, ¿cómo hacerlo? Creo que podemos identificar seis claves prácticas que los papas del pasado reciente han utilizado en su labor ecuménica. Y, como veremos, las recomiendan también para nosotros.

Antes de entrar en los detalles, hay dos enfoques ecuménicos generales que podría adoptar un Papa. Podría entrar con un bate y empezar a golpear, ejerciendo su autoridad de forma autoritaria, acusando a los no católicos de herejía. Me he dado cuenta de que hay algunos que desearían que el Papa hiciera esto. Pero creo que el liderazgo de servicio es el mejor enfoque. Jesús diría lo mismo. Él expone este enfoque de servicio en la Última Cena (ver Lucas 22:25-27). Jesús les dice a los apóstoles que no deben imponer su autoridad como lo hacen los gentiles. Para Cristo, el líder es el que sirve, como Él, el líder, sirvió. Los Papas a lo largo de los tiempos han preferido también este enfoque, refiriéndose a su ministerio como el de servus servorum Dei—"servidor de los servidores de Dios".

Entonces, ¿cuáles son algunas claves prácticas que los papas del pasado reciente han utilizado para ejercer su servicio de unidad?

Clave no. 1: Mantener lo esencial

La primera clave práctica es mantener lo esencial. Es decir, el Papa no puede comprometer las enseñanzas infalibles de la Iglesia. Él debe salvaguardarlas a toda costa, ya que no puede haber unidad si no estamos unidos en la verdad. San Juan Pablo II lo dejó claro cuando escribió:

La unidad querida por Dios sólo se puede realizar en la adhesión común al contenido íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución de compromiso está en contradicción con Dios que es la Verdad [...] Por tanto, un «estar juntos» que traicionase la verdad estaría en oposición con la naturaleza de Dios que ofrece su comunión, y con la exigencia de verdad que está en lo más profundo de cada corazón humano (UUS, 18).

Resume estas ideas concluyendo que «la exigencia de la verdad debe llegar hasta el fondo» (UUS, 79).

El Papa, por lo tanto, está obligado por la verdad misma a mantener aquellas enseñanzas que la Iglesia declara como definitivamente verdaderas.

Clave no. 2: Ser flexible en lo no-esencial

La segunda clave práctica para la unidad de los cristianos es la flexibilidad en lo que no es esencial.

Por ejemplo, puede haber flexibilidad cuando se trata de articular o expresar las enseñanzas infalibles, ya que, como dijo el Papa San Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio Vaticano II, hay que distinguir entre el «depósito de la fe» y «la formulación con que se expresa» (UUS, 81).

Tomemos como ejemplo el dogma del purgatorio. En el pasado, los teólogos hacían énfasis en el fuego purificador del purgatorio, lo cual es comprensible, ya que esa es la imagen que usa San Pablo para describir el purgatorio (ver 1 Cor. 3:11-15). Algunos incluso llegaron a decir que el fuego del purgatorio era un fuego físico—un argumento, a mi parecer, insostenible ya que el alma es inmaterial.

Pero en las declaraciones oficiales del Segundo Concilio de Lyon (1274-1274) y del Concilio de Florencia (1431-1449), la Iglesia utilizó el lenguaje más general de "castigo purgatorio" o "castigo purificador" para describir el sufrimiento del purgatorio. En su obra clásica Fundamentos del Dogma Católico, el teólogo Ludwigg Ott afirma que la Iglesia evitó utilizar el lenguaje de "fuego purificador" por consideración a los griegos separados, que, aunque creían en un estado intermedio en la otra vida donde las almas sufren y pueden recibir consuelo y refrigerio, rechazaban la noción de un fuego purificador. Esto demuestra que la Iglesia, incluso en aquella época, estaba abierta a la diversidad en cuanto a la forma de articular el sufrimiento del purgatorio.

La Iglesia sigue permitiendo una variedad de articulaciones. En su encíclica de 2007 Spe Salvi, el Papa emérito Benedicto XVI ofrece la opinión de algunos teólogos recientes de que el fuego purificador es Cristo mismo y que el dolor que experimentamos en el purgatorio es una conciencia aguda de nuestra propia impureza.

¿Cómo se aplica todo esto al ecumenismo? O, para usar las palabras de San Juan Pablo II, ¿cómo es la flexibilidad en la articulación de la doctrina una «gran ayuda» en el movimiento ecuménico (UUS, 81)?

En primer lugar, permite la posibilidad de que, con respecto a algunas doctrinas, los católicos y los protestantes puedan estar expresando la misma realidad de maneras diferentes. Y mientras nuestros hermanos separados no nieguen la forma en que articulamos la doctrina en cuestión, y su formulación sea suficiente para expresar la realidad, entonces no sería necesario que el Papa exigiera que su formulación de la doctrina para entrar en plena comunión.

En segundo lugar, hace posible que nuestro diálogo sea un intercambio de ideas. El Concilio Vaticano II afirmó «que las diversas fórmulas teológicas, más bien que oponerse entre sí, se completan y perfeccionan unas a otras» (Unitatis Redintegratio, 17). San Juan Pablo II calificó este intercambio de ideas como un «enriquecimiento mutuo» que «debe ser tomado seriamente» (UUS, 87).

Una segunda ilustración de esta segunda clave práctica es la flexibilidad en los aspectos no infalibles de la doctrina. Hay algunos aspectos de una enseñanza que son infalibles, y otros que no lo son.

Por ejemplo, la creencia de que Cristo elevó la institución del matrimonio a sacramento es infalible. No hay flexibilidad en este aspecto. Sin embargo, la cuestión de quién otorga el sacramento, los esposos o el sacerdote, es algo que no se ha resuelto definitivamente. El Catecismo de la Iglesia Católica reconoce las diferentes posiciones al respecto entre los católicos orientales y los occidentales en el párrafo 1623. En la tradición latina, son los cónyuges. En la tradición oriental, es el sacerdote.

Esta flexibilidad que la Iglesia muestra en los aspectos no infalibles de la doctrina podría extenderse de manera similar a quienes desean entrar en unión con nosotros. Sin embargo, es importante recordar que el juicio de la Iglesia es esencial porque puede, en cualquier momento, declarar como definitivamente verdadero algo que anteriormente no era infalible. En tal caso, quienes desean permanecer en comunión con nosotros deberán admitir como cierto.

La flexibilidad en lo no esencial se ilustra en la flexibilidad de las tradiciones litúrgicas (por ejemplo, diferentes ritos litúrgicos en la Iglesia Católica) y del derecho eclesiástico (por ejemplo, diferentes códigos de derecho canónico para los católicos orientales y occidentales).

El Papa San Juan Pablo II resumió bien esta segunda clave práctica:

La legítima diversidad no se opone de ningún modo a la unidad de la Iglesia, sino que por el contrario aumenta su honor y contribuye no poco al cumplimiento de su misión (UUS, 50).

Clave no. 3: Utilizar un enfoque gradual

La tercera clave práctica para la unidad de los cristianos es el enfoque gradual. En lugar de promover la unidad de los cristianos de una sola vez, es mejor adoptar un enfoque gradual que busque la unidad por partes con la esperanza de que finalmente haya unidad total.

Si nuestros hermanos separados pueden decir: «Sí, estamos de acuerdo con esto y estamos de acuerdo con aquello», entonces con el tiempo estarán cada vez más inclinados a decir «Hagamos esto oficial».

Hay varios ejemplos de este enfoque gradual en los últimos años del ecumenismo. Uno de ellos son las distinas declaraciones conjuntas que la Iglesia ha hecho con nuestros hermanos separados. Por ejemplo, está la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación de 1999 con la Federación Luterana Mundial que se consideró como «un paso decisivo en el camino hacia la superación de la división de la Iglesia» (sec. 44).

También están las declaraciones conjuntas sobre cristología que los Papas Pablo VI y Juan Pablo II hicieron con algunos de los patriarcas de las antiguas Iglesias de Oriente, que en el pasado rechazaron las formulaciones dogmáticas de los Concilios de Éfeso y Calcedonia. Por ejemplo, en 1971 el Papa Pablo VI firmó declaraciones junto con Jacoub III, patriarca de la Iglesia Ortodoxa Siria de Antioquía, y en 1973 con Shenouda III, patriarca de la Iglesia Ortodoxa Copta.

El Papa San Juan Pablo II firmó declaraciones similares en 1984 con Moran Mor Ignatius Zakka I, jefe supremo de la Iglesia Ortodoxa Siria Universal, y en 1994 con Mar Dinkha IV, patriarca de la Iglesia Asiria de Oriente. El Papa calificó estas afirmaciones conjuntas como «puntos de referencia importantes para la continuación del diálogo» (UUS, 59).

El enfoque gradual también se manifiesta en las conversaciones actuales sobre cómo la Iglesia está abierta a considerar un cambio en su fecha de Pascua. Esto se discute en un apéndice del Sacrosanctum Concilium del Vaticano II.

En 2014, este tema fue parte de la discusión entre el Papa Francisco y Tawadros II, el líder de la Iglesia Ortodoxa Copta de Alejandría. Francisco comentó un año después (junio de 2015) que era necesario llegar a un acuerdo. Aphrem II, patriarca de la Iglesia Ortodoxa Siria de Antioquía, se reunió con Francisco una semana después y expresó su interés en una fecha común. Incluso el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, anunció en 2016 que él, en nombre de la Comunión Anglicana, se había sumado al diálogo.

Si fuéramos capaces de llegar a una fecha común de Pascua, eso sería una barrera menos para la unión. Y el hecho de que la Iglesia esté persiguiendo esto muestra que ve la sabiduría de un enfoque gradual.

Por último, el enfoque gradual se ve en la acción unida de la Iglesia con los cristianos separados en cuestiones sociales y culturales, ya sea la defensa de la dignidad humana, la promoción de la paz, la aplicación del Evangelio a la vida social o la infusión de la cultura con el espíritu cristiano. Según la Unitatis Redintegratio del Concilio Vaticano II,

Por medio de esta cooperación podrán advertir fácilmente todos los que creen en Cristo cómo pueden conocerse mejor unos a otros, apreciando más y cómo se allana el camino para la unidad de los cristianos (sec. 12).

Clave no. 4: Pasado pisado

La clave práctica número cuatro es que no podemos atascarnos en los defectos del pasado, sino que debemos centrarnos en la unidad que tenemos en el presente y construir sobre ella.

San Juan Pablo II señaló en Ut Unum Sint que, para avanzar hacia la unidad de los cristianos, es necesario que los recuerdos del pasado se purifiquen a través de un intercambio de perdón por todas las partes. Y esto lo han hecho varias veces los papas del pasado reciente.

Un ejemplo digno de mención es la declaración conjunta de 1965 del Papa Pablo VI y Atenágoras I, el patriarca ecuménico de Constantinopla, en la que ambos levantaron el intercambio de excomuniones de 1054: la excomunión de Roma al patriarca de Constantinopla y la excomunión del patriarca a los dos legados de Roma.

El lenguaje del documento es revelador: «Se entregan estas excomunicaciones al olvido». Se trata de un acto simbólico para expresar el perdón por los recelos del pasado y que ambas partes se comprometen a seguir trabajando por la plena comunión.

En 2009, el Papa Benedicto XVI levantó la excomunión de los cuatro obispos ordenados por el arzobispo Marcel Lefebvre en 1988, reconociendo así que ellos, y la Sociedad de San Pío X (SSPX), ya no están en estado de cisma, aunque sí en estado irregular. Hay esperanzas de que la SSPX pueda regularizarse en el futuro convirtiéndose en una prelatura personal como el Opus Dei.

Esto entra en la cuarta clave práctica porque Benedicto reconoció que los cuatro obispos ya no estaban en cisma sin forzarlos a decir: «¡Nos equivocamos!». Simplemente reconoció que tenemos suficiente unidad con ellos hasta el punto de que ya no necesitan ser excomulgados.

Las declaraciones conjuntas mencionadas anteriormente también ilustran esta clave. La Iglesia está diciendo en esencia: "No nos preocupa lo que su comunidad haya dicho en el pasado. Preguntamos en qué crees ahora, y si estamos de acuerdo".

En cada uno de estos casos, si la Iglesia se hubiera limitado a culpar, habría perdido la unidad que tenemos con estos cristianos en el presente. En consecuencia, nos habríamos visto obstaculizados a la hora de intentar alcanzar una mayor unidad de los cristianos.

Clave no. 5: Respetar las exigencias de conciencia de los demás

La quinta clave práctica es que debemos tener «respeto de las exigencias de la propia conciencia» (UUS, 39). Muchas veces en el diálogo presentaremos una doctrina, pero la persona con quien estamos hablando la rechazará. Es posible que no entienda la doctrina como nosotros.

Esto sucede todo el tiempo con los protestantes. Cuando los católicos hablan de rezar a María, por ejemplo, muchos protestantes piensan inmediatamente que la estamos adorando. Y por mucho que digamos que no la estamos adorando, no pueden evitar asociar el acto de rezar a María con la adoración a María.

Por eso no podemos ir por ahí condenando a la gente al infierno cuando rechazan una determinada enseñanza católica. Aunque su juicio de conciencia sea erróneo, tenemos que respetarlo.

Entonces, no te enfades si tu amigo protestante no se convierte después de que le diste una elocuente explicación de la enseñanza de la Iglesia. No puedes saber qué está pasando por su cabeza.

Clave no. 6: Son hermanos cristianos, no enemigos

Por último, pero no menos importante, debemos reconocer a los demás cristianos como lo que son: hermanos y hermanas, y no extraños o enemigos. En Ut Unum Sint, el Papa San Juan Pablo II consideró que este reconocimiento de la hermandad entre cristianos era uno de los muchos frutos del movimiento ecuménico de los últimos treinta años.

La unidad de los cristianos es algo que no se puede ignorar. Pertenece al corazón de la misión de Cristo (Juan 17:21) y, por tanto, debe pertenecer a la misión del Papa

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Este artículo fue adaptado al español del artículo original 'Six Keys to Christian Unity' de Catholic Answers.

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